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Assange, ¿un adalid de la libertad de expresión?

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El 24 de mayo de 2017, día de la despedida del expresidente Rafael Correa, diario Extra publicó 12 frases que supuestamente marcaban sus diez años de gobierno. Todas frases huecas, llenas de lugares comunes, parte de la jerga popular, y en las que su aparato de propaganda debió haber invertido millones de dólares de dineros públicos para que se quedaran en la imaginario de la gente. Bestias salvajes fue una de las frases elegidas. Una que, siempre reconoció, era de Tony Blair, líder laborista inglés.

En junio de 2007, el mismo año en el que Correa llegó al poder, Blair nombró a los responsables de los errores y limitaciones de sus diez años de gobierno. Los primeros, la prensa. “El flujo de noticias 24 horas al día y la desencarnada competencia en el mercado están impactando la calidad informativa. Hoy los medios se guían por la necesidad de ganar la atención a través del máximo impacto. Cuando actúan de esta manera se convierten en bestias salvajes que destrozan la reputación de la gente”.

Blair dirigía sus cartuchos a The Sun el corazón imperio Rupert Murdoch, su antiguo aliado. Según una reciente investigación de The New York Times, Murdoch y sus hijos en discordia convirtieron a sus medios en máquinas de influencia política capaces de desestabilizar la democracia en Estados Unidos, Europa y Australia, el país de origen de Julian Assange, tan defendido por el correísmo.

“El periódico de Murdoch, The Sun, pasó años satanizando a la Unión Europea entre sus lectores del Reino Unido, donde ayudó a dirigir la campaña del Brexit que convenció a una incipiente mayoría de electores en un referendo de 2016 de respaldar la salida del bloque. Desde entonces, ha reinado el caos político en el Reino Unido. Y en Australia, donde su control de los medios está más expandido, los medios de Murdoch presionaron para que se derogara el impuesto al carbono en ese país y ayudaron a derrocar a una serie de primeros ministros cuya agenda él desaprobaba, incluyendo a Malcolm Turnbull”.

En 2010, el imperio Murdoch se vio sacudido por el escándalo de las escuchas telefónicas y el pago de sobornos a funcionarios públicos a cambio de información, lo que obligó a la familia a comparecer ante el Parlamento británico para explicar el por qué sus empleados habían intervenido los buzones de voz de ciudadanos privados, entre ellos el de una menor de 13 años muerta.

El testigo presencial de cómo se aceitaba toda esta maquinaria era Julian Assange, un poderoso hacker capaz de infiltrar los secretos de los cerebros tecnológicos de todo el mundo y, sobre todo, los secretos del del principal, Estados Unidos. Tres de los más prestigiosos periódicos del mundo, entre los que no estaba ninguno de Rusia o China, decidieron apoyarle en la difusión de esos secretos, los cables diplomáticos de Estados Unidos.

En 2012, cuando los cables de WikiLeaks crearon un escándalo mundial por la revelaciones sobre las actuaciones de las embajadas de Estados Unidos, Assange comenzó lo que muchos llamaron su quijotesca lucha por la libertad de expresión protegido nada más y nada menos que por el gobierno del expresidente Rafael Correa, el autor de una de Ley de Comunicación reconocida como ejemplo de Ley Mordaza, aunque fuera una copia de una promulgada por Hugo Chávez, otro de los enemigos declarados de la libertad de expresión.

Ni bien el gobierno del expresidente Correa otorgó el asilo a Assange en la Embajada de Ecuador en Londres, al considerar que había falta de garantías por parte del Reino Unido y Suecia, que lo reclamaba por la acusación de dos delitos sexuales, Chávez aceitó la maquinaria de la ahora agonizante Unasur y de la más agonizante Alba para advertir con respuestas muy contundentes a Reino Unido en caso de una eventual violación de la Embajada de Ecuador en Londres, donde se refugiaba Assange.

“¿Cuáles serían las respuestas? No las vamos a anunciar, pero las estamos preparando. No crean que van a hacer con nosotros lo que antes hicieron; tendrían respuestas muy fuertes y muy firmes -dijo Chávez en una de sus acostumbradas alocuciones en televisión copiadas en Ecuador con el nombre de sabatinas-. (…) Que piensen muy bien, porque se acabaron los tiempos aquellos en que esos viejos y nuevos imperios hacían lo que les daba la gana”.

En marzo de 2017, durante la inauguración del Encuentro de intelectuales – Comunicación Emancipadora o patrias colonizadas, en la sede de la cancillería de Venezuela, Assange no escatimó en elogios hacia Chávez, el autor de la destrucción de ese país que en ese entonces ya soportaba una masiva migración para huir de la crisis humanitaria creada por Chávez y su heredero Nicolás Maduro.

“Amigos de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales por la Humanidad reunidos en Caracas. Tengo el gran honor de dirigirme a Ustedes en este aniversario por la muerte de un hombre que ha luchado amplia y aguerridamente contra el imperialismo, el neocolonialismo… -escribió Assange-. Chávez tuvo el papel más importante en el escenario global con sus incansables esfuerzos para seguir avanzando en la integración y cooperación regional y construir un mundo multipolar”.

En abril de 2012, pocos meses antes de que Assange se fuera a refugiar en la Embajada de Ecuador en Londres, por sugerencia de Hugo Chávez, Rupert Murdoch, también australiano nacionalizado estadounidense, acudía  a la Comisión Leveson, que juzgaba en Gran Bretaña a los culpables de las llamadas escuchas ilegales y sobornos a cambio de información en los que fueron involucrados The Sun y News of the World, dos de sus medios insignia.

“Quiero aclararlo de una vez por todas, es un mito total que yo utilizo The Sun o su presunto poder político para obtener un trato de favor -dijo Murdoch al culpar a The Guardian e Independent de ser recurrentes con ese tema de su influencia-. Pasado un tiempo, si esas mentiras se repiten una y otra vez permanecen, y si la gente está resentida se las cree”.

Era su forma de saltar de acusado a víctima.

“Como director de Wikileaks, sacamos a la luz los secretos de los poderosos y además construimos una Biblioteca distinta y poderosa, una biblioteca que contiene la información sobre cómo realmente funciona nuestro mundo y sus instituciones, que contiene información que por siglos ha estado solamente en manos de las élites… -escribió Assange a los intelectuales de la comunicación emancipadora-. Es para todos y todas, para que la sociedad del todo mundo abra los ojos, y con datos irrefutables en la mano, confronte a los poderosos y saque sus propias conclusiones, sin filtros mediáticos”.

La Comisión Leveson fue, según la agencia Reuters, el confesionario público, con luz y taquígrafos, de las miserias, no ya de la prensa más feroz y competitiva del mundo, sino del propio sistema político británico. Y en ese escenario coincidieron dos australianos, Murdoch y Assange, los dos con imperios mediáticos construidos con escuchas ilegales, sobornos y hackeos. Sin mediar Redacciones de por medio, porque ellos eran los filtros mediáticos, donde los secretos de los amigos se guardan.

No se explica de otra forma por qué en los cables de WikiLeaks nunca aparecieran los correos comprometedores de Correa, Chavez, Lula, los Kirchner o Evo Morales en la época donde se construyó la mayor trama de sobornos que ha visto América Latina, la de Odebrecht; levantada en los tiempos del mayor apogeo del chavismo cuando repartía petrodólares para financiar campañas donde pudiera hallar leales. Ahora, al parecer, paga hackeos para intentar devolver el poder a sus amigos.

Murdoch y Assange tienen un particular punto de vista sobre lo que es la libertad de expresión. Para el primero ejemplos de medios pueden ser The Sun y News of the World, para el segundo Telesur y Rusia Today, pero eso no los convierte en adalides de la libertad de expresión. Son todo lo contrario, sus mayores minadores. El primero por ambición de poder político y dinero, el segundo por ambición de poder, solo poder, sin importar vender su seguridad a cualquier postor; es decir, a Chávez y Correa.

El objetivo de Wikileaks, de buscar la verdad en nombre de la humanidad, es hoy más importante que nunca, escribió Assange a los intelectuales emancipadores de patrias neocolonizadas reunidos en Caracas. Solo que quien busca la verdad en nombre de la humanidad, en realidad, no busca nada. Solo su beneficio personal, como cuando decían nada para nosotros, todo para la patria, porque la patria se consideraban ellos. Y así fue.

 

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