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Del apagón a la Unasur

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El martes 12, la arremetida correísta para desbancar a la presidenta de la Asamblea quedó en nada. Solo evidenció que sus prácticas de espionaje se mantenían intactas. Su estrategia con sus intentos para tender trampas, cambiar palabras, modificar discursos, distorsionar hechos, magnificar detalles, está inalterada. Si Nicolás Maduro se inventó el ataque electromagéntico para intentar acorralar a Juan Guaidó, ese grupo podría inventarse la conspiración mundial, universal y planetaria, con tal de recuperar una parcela de poder con la que garantizar algo de impunidad para sus coidearios que hoy guardan prisión en cárceles construidas por ellos.

Ni Borges ni Camilleri podrían haber imaginado un guión así. Y Netflix hace de oídos sordos por vivir en sus dramas y corridos narcos a la hora de pensar en América Latina.

Y cuando la guerra en redes parecía hacerse real con amenazas de más Facebook Live, más sabatinas imaginarias, de pronto el mundo, el planeta y el universo entero descubre que Facebook está bloqueado o que es imposible compartir historias en Instagram, o tiene problemas al enviar sus fake news a WhatsApp.

Y en la vida real la justicia dicta otra orden de prisión contra el exvicepresidente Jorge Glas, esta vez por el caso Singue, los alegres contratos manejados en la época del socialismo del siglo XXI que el correísmo calificará como otra persecución política.

Y para rematar, Lenín Moreno anuncio el retiro definitivo de Ecuador de Unasur que ni siquiera ha podido tener un secretario general por el bloqueo permanente de los llamados socialistas del siglo XXI, léase Evo Morales, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, que han pretendido instalar en ese cargo a sus amigos para convertir a ese organismo nuevamente en una nueva caja de resonancia del chavismo en la región. Y finalmente se retirará de ese complejo una estatua de Nicolás Kirchner a quien se lo intentó vender como un referente ético y moral para toda América Latina, cuando en la práctica siempre fue todo lo contrario.

 

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