Le decía “amor”, “reina”, “mami”. Le pagaba cirugías plásticas, le regaló un reloj de $12.000. Pero también espiaba cada uno de los movimientos de su joven esposa Emma Coronel, y los de sus amantes y socios. Esas fueron las increíbles revelaciones del exjefe de comunicaciones de Joaquín Chapo Guzmán, el exestudiante de ingeniería colombiano Christian Rodríguez, de 32 años.
Rodríguez contó al jurado el miércoles cómo desde 2008 le ayudó a montar un gran sistema seguro de comunicaciones y también un software espía en unos 50 teléfonos que el capo narco entregó a sus allegados.
Gracias al espionaje instalado por Rodríguez, que vive en Estados Unidos con una nueva identidad como testigo protegido, el Chapo leía a diario en su propia computadora los correos electrónicos y mensajes de texto de estas personas, escuchaba sus llamadas, sabía dónde estaban.
“Llamaba a una persona a su extensión, hablaban, colgaba y luego llamaba por otra línea para abrir el micrófono (del teléfono espiado) y escuchar lo que decían de él”, contó el técnico, a quien el Chapo llamaba a Colombia casi todos los días para hablar del espionaje.
El volumen era tan grande que el Chapo encargó a un empleado que se dedicara a seguir el asunto y a hacerle resúmenes. Fue el uso de estos “teléfonos especiales”, como los llamaba el propio Chapo, lo que ayudó al FBI a recolectar montañas de evidencia en su contra.
Rodríguez conoció al Chapo a comienzos de 2008 en las montañas de Sinaloa, cuando era apenas un veinteañero. Vivía en Colombia y estaba desarrollando su propia empresa en ciberseguridad, por la cual había abandonado los estudios en ingeniería de sistemas. Lo conoció por intermedio de Alex Cifuentes, un narco colombiano socio del líder del cartel de Sinaloa para cuya familia Rodríguez había instalado un sistema seguro de comunicaciones, a prueba de interceptaciones.
Ese fue el comienzo de una relación entre ambos que duró hasta 2012, con una docena de encuentros cara a cara y cientos de comunicaciones telefónicas, según dijo Rodríguez el miércoles como testigo del juicio a “El Chapo” en Nueva York.
En mensajes de texto interceptados por el FBI en estos teléfonos, leídos al jurado, el Chapo, de 61 años, habla de sus negocios de droga con Coronel y con su amante y socia Agustina Cabanillas Acosta, alias la Fiera.
Coronel, una voluptuosa exreina de belleza mexicana de 29 años que se casó con el Chapo cuando aún era adolescente, estuvo presente en el tribunal, y escuchó todo seria, sin hacer contacto visual con nadie, salvo con su marido, que la saludó con la mano varias veces.
“Nuestra Kiki no tiene miedo de nada. Le voy a dar un AK-47 para que pueda acompañarme”, escribió el Chapo en enero de 2012 a su esposa, refiriéndose a una de sus hijas mellizas con Emma, entonces una bebé de meses, y hoy de siete años.
En los mensajes, la pareja conversa sobre las niñas y sobre un cruce de droga en la frontera en el que está involucrado el padre de Emma. Ella también le pide dinero para una cirugía plástica. El 22 de febrero de 2012, cuando la policía casi lo arresta en Los Cabos, el Chapo escribió a Emma para que le compre zapatos, jeans, camisas y tinta negra para el bigote.
Pero resulta que el Chapo estaba en Los Cabos con la Fiera, amante y también socia en sus negocios y a quien regaló hasta una liposucción en enero de 2012.
La Fiera también recibió varios telefonos especiales del Chapo, y cruzó en ellos mensajes comprometedores sobre la compra de químicos en China y Alemania, o la creación de una empresa de cítricos en Ecuador, con la meta de exportar droga a “Europa, Canadá, Australia y también a Estados Unidos”. O la compra de unas 700 toneladas de cocaína en Belize de una pureza de 95-97%.
El Chapo y su amante, que fue arrestada en Los Cabos, se llaman de amor en los mensajes. “Te adoro”, le escribe el capo. “Eres la persona más importante para mí”. Pero al escribirle a una amiga, la Fiera dice que el Chapo es un idiota. “No confío en estos BlackBerries que me da aquí, porque el bastardo puede localizarme”, dice la Fiera a su amiga. “Soy mucho más viva que él”.
El Chapo, considerado uno de los mayores jefes del cartel mexicano de Sinaloa y acusado de traficar a Estados Unidos más de 155 toneladas de cocaína, fue extraditado hace casi dos años tras dos fugas espectaculares de prisiones mexicanas.
Christian Rodríguez nunca fue acusado, e incluso podría recibir una recompensa de hasta cinco millones de dólares por información que llevó a la captura de otro jefe narco, Jorge Cifuentes, a quien también instaló su sistema de comunicaciones.