Un ex vicepresidente de la República en la cárcel y, ahora, su sucesora acusada de prácticas antiéticas relacionadas a la recaudación de fondos -diezmos asambleístas- para los movimientos políticos a los que representa como fundadora o cofundadora, son hechos que van sumando al deterioro de la frágil institucionalidad del Ecuador; la cual, como se ha repetido varias veces, es uno de los factores que más tienden a tomar en cuentan los inversionistas que ven a una nación como un posible espacio en donde invertir recursos para generar actividades con fines productivos que, al final, son las que reactivan de forma real los índices de empleo digno que necesitan las personas a nivel de todos los estratos generacionales.
Este tema de los “diezmos asambleístas”, en definitiva, es un escándalo más vinculado, directamente, a ese mal llamado corrupción, el cual, a su vez, tiene como causa la tendencia, de muchas personas, a caer en las garras de un consumismo salvaje que lo único que busca es ganar dinero y más dinero a como dé lugar y, con él, acceder a una serie de bienes y/o servicios lujosos que a lo único que sirven es a saciar esa hambre de poder económico que, a muchas personas, les sirve para escalar socioeconómicamente y, así, continuar fortaleciendo sus redes de corrupción que les ayuden a acumular y acumular dinero mal habido.
Esto que parecería se vuelve algo normal en el día a día del país y que, muchas veces los ecuatorianos los dejamos pasar por alto -sin darle la importancia del caso-, hacia afuera sí emite una señal de negatividad en cuanto al terreno en que tendrán que vivir aquellos agentes económicos que decidan confiar en países como el Ecuador; en donde, la mayoría de su gente es buena; pero que, unos pocos le hacen quedar mal y, claro, la factura de la percepción negativa externa la pagamos todos quienes, desde diferentes frentes laborales, apoyamos honestamente a ese Ecuador mejor que sí es posible alcanzarlo, ya que lo tiene todo.
Ahora, claro, estas malas prácticas de los diezmos políticos, también es un reflejo de que, desde el lado estatal, existen deficiencias en los sistema de control que ayuden a detectar a tiempo y, sobre todo a prevenir -proactividad de la gestión-, la puesta en marcha de la creatividad maligna de ciertas personas que, por ostentar un espacio de poder, se aprovechan de personas vulnerables -necesitadas de una fuente de trabajo y extorsionadas por los diezmos- para llenar sus arcas financieras personales y, así, satisfacer sus patrones de consumismo salvaje que, a la postre, como está sucediendo con los personajes nombrados al inicio de este artículo, les llevará a ser sancionados para toda su vida como personas que, en lugar de sumar o multiplicar, lo que hicieron fue restar o dividir la esperanza de la mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas que, todos los días, se despiertan con la ilusión de producir y aportar al desarrollo de un país que requiere, para salir adelante, del esfuerzo sinérgico de todos y todas sus integrantes que, de forma natural, tienen una potencialidad llamada diversidad multidimensional -generacional, cultural, ideológica, territorial-.
Por último, resulta importante que, en medio de todos estos escándalos de corrupción que minan el marco institucional del país, los ecuatorianos y ecuatorianas estemos alertas con las propuestas y formas como se tenderán a presentar los candidatos para las elecciones seccionales -alcaldes, prefectos y miembros de las juntas parroquiales- y del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) a realizarse en el mes de marzo de 2019; pues, no será raro que, varios de ellos, se expongan como personas que buscan servir a la sociedad, cuando, realmente, de forma oculta y tramposa, lo que buscan es encontrar un espacio de poder público que, una vez conseguido, esté al servicio personal de ellos y/o de los grupos políticos y/o económicos a los que representan.
Como se puede ver, las amenazas al fortalecimiento de un marco institucional existente débil están latentes, mucho ojo con ello si queremos, realmente, sacar adelante a un Ecuador que tiene grandes potencialidades para convertirse en una nación próspera aportante a la construcción de ese mundo amigable que, ante todo, vaya produciendo escenarios de convivencia beneficiosos para todos los seres vivos que habitamos este planeta llamado Tierra.