En una clara muestra de desafío, aislado en la región, el gobierno de Nicolás Maduro busca responder a la presión internacional para que abandone el poder con el anuncio de unos ejercicios militares con Rusia. Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, fue el encargado de enviar el mensaje al recibir en la mañana del 22 de diciembre en el aeropuerto de Maiquetía unos bombarderos rusos y un centenar de pilotos de ese país.
La retórica chavista del enemigo exterior y de la guerra económica de los empresarios y los mercados internacionales no es ninguna novedad y ahora solo se está acentuando por los cuestionamientos cada vez más radicales de Estados Unidos, la Unión Europea y los principales organismos internacionales.
Nadie reconoce el supuesto triunfo en as elecciones municipales del domingo con más del 70 por ciento de abstención y la ausencia de las fuerzas de la oposición. Whashington ya se adelantó a calificar esas elecciones como profundamente defectuosas al hacer un llamado al régimen de Maduro a restablecer la democracia.
La Administración de Donald Trump y la Unión Europa adelantaron que desconocerán a partir de enero el Gobierno de Maduro, surgido de unas presidenciales del pasado mes de mayo y cuestionadas por la inmensa mayoría de la comunidad internacional. Los partidos opositores rechazaron participar por falta de garantías democráticas.
El discurso de odio de la cúpula chavista solo contribuye a su mayor aislamiento. La soledad de Venezuela no es un mito. Y el tema de los bombarderos supersónicos enviados por el Kremlin, los más grandes del mundo, para un amplio ejercicio militar conjunto entre el ejército venezolano y las tropas rusas, solo puede ser el comienzo del fin del gobierno de Maduro.
Lo curioso es que hasta ahora ningún representante de esa izquierda antiimperialista ha protestado por la llegada a América Latina de los bombarderos rusos.