Cuando recibí la invitación para que escribiera este artículo, consideré una oportunidad especial para poder compartir mi experiencia de trabajo con familias a lo largo de mi vida como educador.
En los tiempos actuales me viene a la memoria el trabajo con miles de padres de familia del país y que, luego de veinte años parece que la problemática familiar en relación con la educación no ha cambiado, más bien se ha agudizado. Vivimos aceptando de una manera común que los padres sean espectadores del proceso educativo de sus hijos en el ámbito escolar. Hoy más que nunca sentimos la necesidad de contar como aliados en la educación a padres que asuman su rol de maestros y guías de sus hijos.
Sentimos la impresión de que cada vez es más creciente el número de padres que buscan instituciones educativas que se encarguen de toda la educación de sus hijos, y que en el proceso traten de involucrarles lo menos posible; y pueden ser muchas las razones que justifiquen esta postura. Pero viene esta interrogante que no la podemos dejar de exponer: ¿la escuela podrá reemplazar a los padres en la educación de sus hijos? Y sin temor a equivocarme es preciso aclarar que no es posible una formación integral sin tener en cuenta a los padres en el proceso.
Vivimos una campaña a nivel mundial que resta el protagonismo de la familia y los padres en la sociedad actual. Muchos festejan el fin de la institución familiar como institución histórica que ha sido el soporte de la sociedad. Niegan también el rol protagónico de los padres en la formación de sus hijos. Por ello, se diseñan estrategias de formación en la afectividad y el amor de los niños desde fuera de la familia. En la ideología de género los padres pierden su rol.
Por estas razones, se hace urgente que destaquemos la función básica de un padre en la formación de sus hijos, en tres grandes aspectos:
- Ser padre: rebasa la función biológica de la paternidad, pues se puede ser padre por accidente. Pero ser “padre” tiene muchísimas implicaciones, desde la misma concepción. Y pasa por un conjunto de roles que hoy se entienden como los nuevos roles de la paternidad. Un padre comprometido con el desarrollo evolutivo, afectivo, psicomotriz y desarrollo psicosocial; un padre que cumple nuevos roles en casa y se convierte en corresponsable del cuidado de sus hijos dentro del hogar. Un padre menos identificado con la imagen machista acuñada por muchos años a un padre comprometido con las tareas del hogar.
- Maestro: con las implicaciones de la palabra “maestro”, que tiene como significado primigenio el de ser modelo. Un padre maestro que enseñe menos con palabras y mucho más con el ejemplo. Un padre que haga perdurar en la vida de sus hijos la idea de ser el héroe en el cumplimiento de su rol. Que genere seguridad, que sea modelo de amor, de justicia, de equidad y especialmente que enseñe a ser generosos; a trascender hacia los demás, con preferencia a los más pobres. Y esa maestría se aprende con esfuerzo, con entrega diaria.
- Guía: Para ser “guía” es preciso saber el destino, la meta a la que se desea llegar. En la estructura familiar el padre es guía hacia la felicidad y seguridad de su familia. Asume la responsabilidad de anteponer cualquier eventualidad a la seguridad de su familia, a la estabilidad afectiva, emocional y económica. A no poner como meta de la familia solamente el tener, sino el ser. Es hermosa una familia que es guiada con responsabilidad por sus padres y en ese camino se evidencia la paz, la armonía y felicidad de sus integrantes.
En esta sociedad que ha trastocado los valores, es cada vez más difícil encontrar padres que balancean el tiempo, la dedicación, el diálogo a otros distractores que con frecuencia se pueden encontrar.
Se necesita que cada vez se sumen más instituciones educativas a fortalecer el rol formador de la familia, y que Dios permita contar cada día con más padres que se comprometan a llevar estable su estructura familiar.