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Kim Jon-un y el alcalde de Guaranda

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Corea del Norte ha sido catalogada como un inmenso campo de concentración para 25 millones de personas, un país en el que se puede morir por dejar que caiga polvo en el retrato del fundador y un régimen que se jacta de ser una potente mafia internacional, gran productor de metanfetaminas. El escritor galés D. B. John, gran conocedor de Corea del Norte, ha descrito a ese país por dentro.

“A pesar del control y de que acabas enfermo de propaganda lo que ves allí es triste: niños de la calle, fábricas vacías. Pero peor es cuando conoces a los que consiguen escapar, que pasan dos meses en un centro especializado en Corea del Sur aprendiendo a vivir en el mundo, a coger el metro o a usar una tarjeta de crédito”.

“Una de las grandes bazas del sistema es la imposición de mito de la amenaza continua. Eso explica por qué son orgullosos productores de metanfetaminas a gran escala; su programa de secuestro y adoctrinamiento de ciudadanos surcoreanos y japoneses o por qué idearon esa locura llamada Program Semilla, un proyecto para crear espías de otras razas entrenados desde niños para infiltrarse en Occidente”.

“En realidad el régimen es capitalismo extremadamente salvaje. Lo que quiere Kim es hacer todo el dinero que pueda. Han abandonado el marxismo y lo han sustituido por una ideología que mezcla racismo, ultranacionalismo, algo de Marx y algo de Confucio y que les funciona. Corea del Norte pertenece a lo más oscuro del siglo XX. Está cerca de la Alemania nazi pero ha ido más lejos. Los nazis no mandaron a tres generaciones seguidas al campo de concentración”.

“El miedo y la paranoia forman parte de ellos y les ayudan a no cometer errores. Nadie habla en público, ni siquiera con la familia, sobre algo importante. La crítica no existe, pero son muy buenos a la hora de expresarse con gestos prácticamente inapreciables. Nunca se refieren al líder por su nombre sino por uno de sus innumerables cargos y son los reyes de eufemismo”.

“En el interior Kim ha intensificado el miedo y la represión –matando incluso a su tío y a un medio hermano– y el culto a su persona parece cada vez más arraigado. Su físico es muy parecido al de su abuelo Kim Il-sung y eso es algo que no hay que menospreciar. Y en el exterior es sostenido por China y Corea del Sur que evitan el colapso y con ello lo que supondría que salieran al mundo 25 millones de personas que están perturbadas”.

Así describe D. B. John, autor de Infiltrada, la vida en Corea del Norte y a su líder máximo Kim Jon-un, el dictador.

El fin de semana comenzó a circular en redes algo que parecía fake news, el otorgamiento del título de Ciudadano Honorario a Kim Jon Un, quien dirige un enorme campo de concentración llamado Corea del Norte, por parte del Municipio de Guaranda, a cargo de Ramses Torres.

Ramses Torres ha dicho que “todos los ciudadanos consideran como máximo honor tener como ciudadano honorario” a Kim Jong-un. Y en la placa destaca “el título de ciudadano honorario a tan insigne personalidad de Corea en reconocimiento de admiración y hermandad con el pueblo coreano y su revolución… en testimonio de hospitalidad de aprecio de Guaranda que aspira continuar estrechando lazos”.

Y no es fake news ni chiste. ¿Cuánto tiempo aguantaría Ramses Torres viviendo en Corea del Norte donde se mezcla racismo y ultranacionalismo, con algo de Marx y algo de Confucio para mantener sometidas a 25 millones de personas? ¿Qué modelo de revolución admira el alcalde de Guaranda?

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