El Gobierno de Donald Trump finalmente aumentó los aranceles a las importaciones chinas y Pekín respondió con similares medidas. Washington no se había embarcado en políticas proteccionistas tan extremas desde hace casi un siglo.
China prometió no disparar primero, pero para salvaguardar los intereses del país y del pueblo, está obligada a contraatacar”, afirmó Pekín. La temida guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo es una realidad. Comenzó la pasada medianoche del viernes, después de que la Administración de Donald Trump hiciera efectivas sus amenazas para tasar con impuestos del 25% una larga lista de importaciones industriales chinas por valor de 34.000 millones de dólares.
Los castigos arancelarios y las represalias de Trump han provocado de diversos países afecten ya a productos por valor de 165.000 millones de dólares, según los cálculos del Peterson Institute for International Economics. No solo incluyen este último paquete de impuestos para las importaciones chinas, desde maquinaria agrícola a piezas de aviones, sino también el acero y el aluminio de buena parte del mundo o las lavadoras y los paneles solares fabricados en varios países. Al hacer la suma, según los expertos del Peterson, constituyen la mayor imposición de aranceles estadounidenses desde 1930, cuando el Congreso aprobó la infame ley Smoot-Hawley.
Aquella ley no provocó la Gran Depresión, pero sí la agravó. Canadá y el Imperio Británico reaccionaron con medidas proteccionistas similares y el comercio mundial se resintió notablemente. Las importaciones y exportaciones estadounidenses cayeron más de la mitad, un descalabro que los historiadores han juzgado con severidad.
Los economistas temen que los aranceles encarezcan los costes de producción de las empresas estadounidenses y afectarán al bolsillo del consumidor. Por no hablar del nerviosismo de los mercados, el freno potencial de la inversión o los posibles despidos en las empresas más afectadas.
El impacto para China y EEUU, así como para la economía mundial, dependerá en gran medida de cuánto dure el pulso. Tras tres rondas de negociaciones fracasadas, las perspectivas no son buenas porque la Casa Blanca pretende imponer un nuevo paquete de aranceles en agosto y Trump no descarta extenderlos a todas las importaciones chinas si la disputa entre ambos países no se soluciona antes.
La mayoría de expertos sostienen que el patrón económico chino ha virado desde las exportaciones hacia el consumo interno y los avances en investigación de la última década han rebajado su dependencia de la tecnología extranjera. El Banco Central de ese país cifra en el 0,2 % el impacto de los aranceles estadounidenses en el PIB chino.
“Estados Unidos se comporta como un grupo de matones con sus repetidas extorsiones a otros países, especialmente a China”, señalaba el diario China Daily. El régimen chino ha respondido con aranceles de idéntico valor contra los productos estadounidenses, desde el cerdo a la soja o los autos eléctricos. Si la guerra comercial se eterniza, China está llamada a quedarse antes sin productos que gravar porque sus exportaciones casi cuadriplican a las estadounidenses. Eso no quita que disponga de otras armas, como restringir todavía más las inversiones norteamericanas en su país.
Según el economista jefe del DBS Taimur Baig, una guerra comercial en su máximo esplendor puede llevarse el 0,25% del PIB de ambas economías este año. Y la situación se puede poner peor el próximo año con una reducción del crecimiento de alrededor del 0,5% o más.
“Considerando que China crece al 6-7% y Estados Unidos al 2-3% anual, creemos que el daño puede ser peor para EE.UU. que para China”, dijo Taimur Baig a BBC Mundo. Corea del Sur, Singapur o Taiwán también pueden verse afectados, por las alteraciones en la cadena de suministro.
China obtiene muchos de los componentes que acaban en sus productos terminados de estos países. Nick Marro, de la Unidad de Inteligencia Económica, dijo cualquier cambio en el flujo de exportación de China afectaría inevitablemente a estos países. La situación también podría derivar en un cambio en los flujos de manufactura hacia esos países, o a que estos países se aprovecharan y vendieran a Estados Unidos, pero difícilmente igualarían la escala de la demanda china.
Rusia ha anunciado nuevos aranceles a las importaciones estadounidenses, en su caso como contramedida a los gravámenes impuestos a las importaciones de acero y el aluminio ruso.