Donald Trump optó este lunes por postergar de nuevo, hasta el 1 de junio, su decisión de imponer aranceles del 25% sobre el acero y del 10% sobre el aluminio que importa de la Unión Europea, Canadá, México, y otros socios comerciales. Washington impulsó estas tarifas en marzo, pero eximió temporalmente a un grupo de economías a la espera de negociaciones que le hagan cambiar de opinión.
La Unión Europea ya había advertido de que respondería gravando productos emblema como los pantalones vaqueros, el Bourbon o las motocicletas Harley Davidson a partir de este 1 de mayo.
La puesta en vigor de aranceles del 25 por ciento para el acero y del 10 por ciento para el aluminio a partir del 1 de mayo, sería para la UE, y especialmente para Alemania, un golpe duro. Con 177 millones de toneladas por año, la Unión Europea es el segundo mayor productor de acero en el mundo. Esa cifra constituye el once por ciento de la producción global. Alemania es el principal exportador europeo a Estados Unidos, seguido por los Países Bajos, Italia, España, Gran Bretaña y Suecia.
Según la Comisión Europea, Europa vendió productos de acero y aluminio por un valor de 14 mil millones de euros a Estados Unidos en 2017. Esto representa el 14 por ciento de las importaciones estadounidenses de esos productos.
Según El País, Trump ha puesto en marcha una amplia ofensiva comercial para cumplir con la promesa electoral que llevó a la América industrial, que es reducir el desfase entre lo que Estados Unidos importa y lo que exporta. Con la mirada ya puesta en las elecciones legislativas de noviembre, no ha tenido problemas en abrir tres grandes frentes a la vez: uno con Europa, otro con China y un tercero con sus vecinos norteamericanos de Canadá y México.
La prórroga de las tarifas sobre el acero y el aluminio con estos dos últimos se daba por hecha, ya que está renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN o Nafta, en sus siglas en inglés) por el que se rigen sus relaciones económicas de los tres países desde hace 24 años.
Por la mañana Washington advertía de que no había tomado la decisión y las autoridades europeas se preparaban para lo peor, una guerra comercial con EEUU. Ni siquiera las visitas de la semana pasada del presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, parecían haber suavizado el terreno. Al final no han empezado los bombardeos, pero ahora empiezan unas negociaciones igualmente difíciles: Washington pugna por lograr cuotas que restrinjan las exportaciones, la fórmula pactada con Corea del Sur recientemente.