La prepotencia de la última década sigue intacta en el inconsciente colectivo de este país llamado Ecuador, ese sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, en palabras de Jung. Primero un Defensor del Pueblo, que ni se sabía existía hasta convocada la consulta popular para cesar en sus funciones a un cuestionado Consejo de Participación Ciudadana que lo nombró, aparece para decir que nadie tiene derecho a evaluar qué ha hecho. Cuando lo único que se sabe hizo fue hacer campaña por el no en la consulta popular convocada para intentar reinstitucionalizar el país.
Más tarde apareció en la Asamblea, el protagonista del primer juicio político en más de una década, Carlos Baca Mancheno, para defender su actuación como fiscal con argumentos extremadamente pobres. Casi los mismos usados por el expresidente de la Asamblea, José Serrano, para evitar su destitución del cargo. Cuentos repetidos mil veces sin la gracia ni la elegancia y, menos aún, la imaginación e inteligencia de Sherezade.
El país esperaba conocer quiénes eran los que hacían lobby en la Fiscalía; quién era el mayor mafioso del país; quiénes eran los que comparaban los PHD para hablar; quiénes eran los que enturbiaron la paz en la frontera norte donde grupos criminales asesinaron sin miramiento a cuatro militares; quiénes eran los que secuestraron y ejecutaron a un grupo de periodistas de diario El Comercio y luego secuestraron a una pareja de ecuatorianos de los que ya no dan señal alguna.
No, el ya exfiscal solo se dedicó a citar frases sacadas de Wikipedia y a repetir argumentos de alguna serie de narcos de Netflix, como si nadie supiera cómo operan los grupos de narcoterroristas y cuál es el precio de la droga en el mercado. Como si no estuviera enterado de que la globalización existe y que ningún lugar del mundo es una aldea donde la gente abre la boca porque le muestran espejos.
Un día bastante pobre para algunos que tienden a mirarse en el espejo con el ánimo de satisfacer su narcismo. Pero que puede convertirse en un punto de quiebre…