Lo ocurrido en Venezuela hace pocos días con la muerte del policía insurgente, Óscar Pérez presuntamente a manos de las fuerzas de seguridad del gobierno, debería conmover a la comunidad internacional para, de una vez por todas condenar en los hechos la dictadura que vive ese país.
Gracias a la tecnología, lo sucedido con Pérez fue publico y notorio. Una secuencia de vídeos da cuenta del asedio de las fuerzas de seguridad chavistas y del uso excesivo de la fuerza a pesar de que el insurrecto pedía un alto el fuego y proclamaba su intención de entregarse. Esto podría ser razón suficiente para que la Corte Penal Internacional (CPI) inicie una investigación al régimen de Nicolás Maduro.
Tras lo sucedido, el Departamento de Estado de los Estados Unidos envió condolencias a los familiares de Pérez, por su lado la Unión Europea aprobó sanciones esta semana contra varios funcionarios chavistas por el deterioro de la situación del país.
En cambio, desde los países “hermanos”, esto es América Latina, no se ha escuchado una voz firme de condena a los últimos acontecimientos.
La crítica situación venezolana amerita prontitud y hechos concretos. Hasta ahora no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro. Ahí está el fracaso de la Organización de Estados Americanos (OEA) que no pudo hacer respetar la Carta Democrática pues más pronto Venezuela dejó el organismo.
El mismo destino parece tener el diálogo entre el gobierno y la oposición que tenía lugar en Republica Dominicana en presencia de comisiones internacionales. Un proceso que no irá a ningún lado mientras en Venezuela la oposición continúe perseguida, encarcelada, exiliada y no se cedan espacios.
Lamentablemente es verdad que los tiempos de la diplomacia son distintos a la urgencia que reclama Venezuela cuya situación se deteriora cada día y va camino de convertirse en una dictadura similar a la de Siria.
Con su silencio, la Cancillería ecuatoriana no ha mostrado una actitud en relación al horror que se vive en la patria de Bolívar. El drama del pueblo debe estar por encima de cualquier ideología, pero nuestro gobierno hace oídos sordos.
Lamentablemente es verdad que los tiempos de la diplomacia son distintos a la urgencia que reclama Venezuela cuya situación se deteriora cada día y va camino de convertirse en una dictadura similar a la de Siria.
Sería interesante que la Corte Internacional de La Haya inicie un proceso contra el régimen de Maduro por la posible comisión de una ejecución extrajudicial a Pérez. No obstante, aquello demanda mucho tiempo y Venezuela lo que ya no tiene es tiempo… que perder.
Por lo tanto, una acción efectiva drástica y de efecto inmediato sería que la comunidad internacional retire a sus embajadores de Venezuela. Las naciones latinoamericanas deberían empezar con el ejemplo.
Porque hasta ahora parecen haber quedado en el olvido las expresiones del Libertador Simón Bolívar: “La patria es América y América es una nación de repúblicas”.