Pues Quito vivió aguas turbulentas en la mañana y noche del jueves, llena de torrentes de dignidad, según el expresidente Rafael Correa que recorre el país con una caravana resguardada con una seguridad pagada con fondos públicos para hacer campaña por el No en la consulta popular del 4 de febrero, quejándose de la embriaguez del poder del gobierno y amenazando con ser implacable a su regreso, porque todavía sueña con regresar al poder, con poder anular la consulta popular que podría dejarlo sin reelección indefinida.
Primero fue Fernando Cordero, superintendente de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión de Suelo, nombrado por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social de una terna enviada por Correa antes de abandonar Carondelet. Dijo que renunciaba por coherencia en un duro discurso, como han sido todos sus discursos durante los diez años del correísmo en los que deambuló de cargo en cargo, primero para ocupar el puesto que dejó Ramiro González, luego el que dejó Homero Arellano, luego el que dejó María Fernando Espinosa, hasta que llegó Ricardo Patiño a ocupar su puesto en el Ministerio de Defensa. Fue el momento de anunciar su retirada definitiva.
Fue Correa el encargado de volverlo a resucitar al enviar su nombre en una terna para el novísimo cargo de superintendente de Ordenamiento Territorial. Después de deambular por tantos puestos finalmente estrenó uno, con la anuencia y felicitación del nuevo gobierno al que ahora cuestiona.
Pues como un hábil jugador de póquer, que sabe su puesto en peligro, Cordero decidió recorrer el mismo camino que el resto de las autoridades nombradas por el leal y correísta Consejo de Participación Ciudadana, decir No a la consulta porque podría dejarlo sin el cargo, escudándose en la lealtad a un proyecto en el que fue removido cada cierto tiempo como si se tratase de un mueble usado.
Lo curioso es que dijo renunciar a AP para dedicarse en cuerpo y alma a multiplicar los movimientos políticos, la pregunta es ¿cuándo trabajará entonces en la superintendencia?
Cordero quiso dar un golpe de efecto con pésimos resultados. Su desafiliación ni siquiera ha sido incluida en los torrentes de dignidad del expresidente, como sí lo fue la de Galo Mora que renunció a su cargo por lealtad con Correa, pero solo seis días después de que ya conocía de su separación y un día después de que se firmara en Carondelet las gracias por su colaboración. Y así va la campaña por el no, de torrente de dignidad en torrente de dignidad, con breves pausas.