Perú ha dado varias veces muestras de que no quiere volver al pasado, a ese pasado de corrupción y sangre, de prensa chicha comprada con recursos del Estado para difamar y perseguir, para calumniar, para hacer mofa de cualquier tipo de oposición. Ese pasado donde había absoluto control de la información y de todos los poderes del Estado. El pasado oprobioso dejado por Fujimori en su dictadura no lo borra nadie. Nadie puede olvidar a Montesinos repartiendo dinero en cuartos con cámaras escondidas por todas partes.
Primero fue Ollanta Humala, cercano al chavismo, que simpatizaba con el chavismo; él tuvo una segunda oportunidad para llegar a la Presidencia. Y llegó, pero tras cambiar su discurso, tras alejarse del chavismo y de todo lo que pudiera oler a dictadura. Y luego fue Pedro Pablo Kuczynski, que superó a una Keiko Fujimori que ya se consideraba segura presidenta. Llegó al poder tras una intensa campaña de último momento en el que los peruanos gritaron Fujimori Nunca Más. Nunca Más una Dictadura disfrazada de democracia.
Y ese mismo sentimiento volvió a apoderarse de los peruanos en el último juicio contra Pedro Pablo Kuczynski por la relación de sus empresas con la constructora brasileña Odebrecht, la mayor maquinaria de sobornos montada en América Latina, en las altas esferas del poder público. Con ese sentimiento jugó la defensa de Kuczynski para mantenerse en el poder. Fue como decir: cualquier cosa es superable menos una dictadura que controla todos los poderes para acusar, juzgar y sentenciar, sin mediar defensa alguna.
Pedro Pablo Kuczynski logró sostenerse en el poder, pero tendrá que bregar mucho para convencer a los peruanos de que en realidad no se benefició de los contratos de Odebrecht con juicios transparentes que no se anularán cuando deje el poder, con la auditoría de sus cuentas y las de sus empresas. Nadie peca de ingenuo, menos un empresario exitoso, porque las empresas exitosas no son producto de la buena suerte.
Kuczynski no ganó un cheque en blanco, solo tiempo para demostrar que su presencia es mejor que la de cualquiera que pudiera hacer sospechar el regreso de los Fujimoris al poder, el regreso de un pasado oprobioso que sumió al Perú en una miseria económica y moral sin precedentes.