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Si construimos ciudades más inteligentes es posible reducir las emisiones a la mitad para el 2040 

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Como planeta, tenemos algunos objetivos climáticos serios que debemos cumplir en los próximos años. El Acuerdo de París, firmado por 192 países, estableció un objetivo aspiracional: limitar el calentamiento global a 1,5 ° C. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que se prevé alcanzar en 2030, comprometen al mundo a “tomar medidas urgentes” sobre el cambio climático.

Todo esto requerirá librarnos de nuestras economías a base de carbono. Si lo hacemos, necesitaremos repensar completamente nuestras ciudades.

El máximo organismo climático de la Organización de Naciones Unidas (ONU) mostró, en su más reciente informe, que las ciudades son cruciales para prevenir el drástico cambio climático. Las ciudades contribuyen entre un 71% y un 76% de las emisiones de carbono relacionadas con la energía.

En el Sur Global, el consumo de energía y las emisiones en las zonas urbanas tienden a ser mucho más altos que los de las zonas rurales. Se espera que en el futuro el crecimiento de la población se lleve a cabo casi exclusivamente en las ciudades y en los asentamientos urbanos más pequeños. Desafortunadamente, estos centros más pequeños generalmente carecen de la capacidad para abordar adecuadamente el cambio climático.

La “Nueva política de urbanización” de China apunta a que esta aumentará en su población en la ciudad de un 54,2% en 2012 al 60% en 2020. Esto significará construir grandes proyectos de infraestructura urbana e invertir miles de millones de dólares en nuevos proyectos. Mientras tanto, en la India el volumen de urbanización y las necesidades de infraestructura son fenomenales.

El problema de la infraestructura

La infraestructura contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero de dos maneras: A través de la construcción (por ejemplo, las huellas energéticas del cemento, acero y aluminio utilizadas en el proceso de construcción), y aquellos que pasan a utilizar esa infraestructura (por ejemplo, nuevas carreteras o vías).

En un estudio reciente, mis colegas y yo hemos demostrado que el diseño de los actuales sistemas de transporte, edificios y otras infraestructuras, determinarán en gran medida las emisiones de CO2 del mañana.

Pero al construir infraestructuras y edificios urbanos inteligentes para el clima, podríamos reducir las emisiones futuras a la mitad a partir de 2040. Podríamos reducir las emisiones futuras en diez gigatoneladas al año: casi la misma cantidad que emiten los Estados Unidos, Europa e India juntos (11 gigatoneladas).

Evaluamos el potencial de las ciudades para reducir las emisiones en base a tres criterios: el ahorro de emisiones a raíz de mejoras a la infraestructura existente; el ahorro de emisiones debido al uso de nuevas infraestructuras energéticamente eficientes; y, las emisiones adicionales generadas por la construcción.

En las ciudades establecidas, encontramos que se pueden hacer progresos considerables a través de la renovación de la infraestructura existente. Sin embargo, el mayor potencial alcanza con la construcción de nuevos proyectos que poseen eficiencia energética desde un inicio.

Las reducciones anuales que podrían lograrse en 2040 mediante el uso de nuevas infraestructuras son tres o cuatro veces superiores a las de la modernización de las carreteras o edificios existentes.

Con esto en mente, los gobiernos de todo el mundo deben guiar a las ciudades hacia el desarrollo de infraestructuras bajas en carbono y la inversión ecológica.

La urbanización va más allá de las mega ciudades

Existen oportunidades significativas para promover la vida en áreas de alta densidad, basadas en construir conjuntos urbanos que combinen el aspecto residencial, laboral y de ocio en espacios individuales, y crear una mejor conectividad dentro y entre ciudades. La oportunidad de actuar existente se está estrechando con el tiempo, a medida que el Sur Global se desarrolla rápidamente. Esta oportunidad no se debería dejar ir.

Además de las mega ciudades globales como Shanghai y Bombay, las ciudades más pequeñas también deben ser un foco para reducir las emisiones. Los estudios han mostrado una paradoja para estos lugares: la gobernabilidad y las finanzas son menores en las ciudades más pequeñas, a pesar de que la mayoría de las futuras poblaciones urbanas crecerán allí, y se expandirán más rápido que sus parientes más grandes.

Debemos renunciar a nuestra obsesión por las mega ciudades. Al no desarrollar una capacidad de abordar las soluciones climáticas en ciudades medianas y pequeñas, no podremos cumplir con nuestras metas climáticas.

Quizás lo más importante sea elevar el nivel de ambición en las políticas climáticas existentes en ciudades de todos los tamaños, haciéndolas de gran alcance, inclusivas y robustas. A pesar de la retórica, la escala del cambio real sobre el terreno de las acciones climáticas de las ciudades existentes no está probada y no es clara.

Los planes y políticas de mitigación climática de las ciudades actuales, como Tokio, Londres, Bangkok y las actividades promovidas por redes como el ICLEI, C40 y El Pacto de Alcaldes para la Energía y el Medio Ambiente, son un buen comienzo. Estos no solo deberían ser apreciados, sino que también deberían ser reforzados.

Para apoyar aún más estas buenas ideas, el mundo necesita urgentemente medidas de apoyo para la medición urbana, de escalas locales a escalas mundiales, junto con un marco de seguimiento y un conjunto acordado de indicadores para medir el progreso hacia un futuro en la búsqueda de bajas emisiones de carbono.

Si empezamos con ciudades, sean grandes o pequeñas, conseguiremos limitar el calentamiento a 1,5 ° C.

 

Autor: Shobhakar Dhakal

 

 

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