Después del demoledor mensaje de retirar a Lenín Moreno de la presidencia de AP, el fin último de Gabriela Rivadeneira, Ricardo Patiño y Doris Soliz ha sido el ostracismo. Escuetas declaraciones, palabras más palabras menos, pero en lo concreto, nada. Algunos de esa ala, como Marcela Holguín y Pavel Muñoz, por ejemplo, no han hallado nada mejor que hacer que oponerse al proyecto de los Quito Cables. El argumento es que no se realizaron jornadas serias y responsables de socialización del proyecto. Tal vez por jornadas series y responsables entiendan las que hicieron sus colegas para aprobar las enmiendas constitucionales que tenían como plato fuerte la reelección indefinida, pese al sentir mayoritario en contra de la población.
Augusto Espinosa, otro legislador del ala correísta renuente a perder espacios de poder, ya no quiere en las reuniones del oficialismo a los aliados con los que llegó a la Asamblea en la papeleta y la agenda que propone tiene de todo, menos el mayor caso de corrupción ventilado en el país por los ribetes de comedia y drama que alcanza: un vicepresidente sin funciones que se declara en vacaciones en la cárcel, con sospechas de haber sido el eje del mayor desfalco a las cuentas públicas del país, con la participación de un tío con el que supuestamente hablaba solo de videojuegos.
Espinosa cree que AP debe reunirse solo para definir su apoyo a la directiva (entiéndase Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira y Doris Soliz), el juicio al contralor y sus reparos a una consulta popular que les quitaría espacios de poder. Mientras en la Asamblea, otra parte del oficialismo prefiere dejar que las aguas corran. Esperar lo que ocurra en la audiencia de juzgamiento contra Glas y otros por el caso Odebrecht, aunque por el momento solo sea por asociación ilícita, para luego tratar el tema de la destitución pedida por la Contraloría por el caso Singue.
Es un compás de espera, es un alargar las sábanas del lado del ala de un oficialismo que ahora se quiere dar de radical y revolucionario con la publicación de videos y fotos con los que prácticamente llaman a la insurrección contra un gobierno legalmente constituido. Por menos de eso, los 10 de Luluncoto fueron llevados a juicio por terrorismo y a la cárcel; fueron llevados a las cortes al igual que a los chicos del Central Técnico o del Mejía.
¿Quién no recuerda la imagen de esa señora de rodillas ante el expresidente residente en Bélgica, implorando por la libertad de su hijo cuyo único pecado fue salir a una protesta en su contra? La imagen está fresca en la memoria, diría Borges. Muy fresca.