Charles Manson, quien falleció el pasado 19 de noviembre, atrajo a un círculo de hombres y mujeres para cumplir con sus órdenes, y finalmente los involucró en una serie de asesinatos a fines de la década de 1960.
Manson es, sin duda, una figura fascinante con una historia de vida complicada. Pero, como alguien que estudia la cognición humana, estoy más interesado en los miembros de la “familia” de Manson como Susan Atkins y Patricia Krenwinkel, y el cómo las personas se sienten atraídas por los líderes de las sectas en primer lugar.
La ilusión de confort
El confort emocional es una parte fundamental para el atractivo de los cultos.
El psicólogo del Instituto de Tecnología de California, Jon-Patrik Pedersen, al tratar de explicar el por qué las personas se sienten atraídas por las sectas, ha argumentado que el anhelo humano por la comodidad nos lleva a buscar personas o cosas que puedan calmar nuestros temores y ansiedades.
En sí mismo, el impulso de silenciar demonios internos no es un rasgo negativo. Yo diría que, por el contrario, es una adaptación efectiva que nos permite hacer frente a los factores de estrés, grandes y pequeños, que nos bombardean con regularidad.
Sin embargo, los líderes de cultos satisfacen esta necesidad haciendo promesas que son prácticamente inalcanzables, y que típicamente no se encuentran en ningún otro lugar de la sociedad. Esto, según Pedersen, podría incluir una “seguridad financiera completa, paz mental constante, salud perfecta y vida eterna”.
Más allá de explotar el deseo humano de confort emocional, los líderes de las sectas no siempre tienen las mejores intenciones cuando se trata de la salud mental de sus seguidores.
El psiquiatra Mark Banschick ha señalado que estos líderes emplean técnicas de control mental y conductual que se centran en cortar las conexiones de los seguidores con el mundo exterior.
Estos métodos en realidad pueden profundizar las inseguridades emocionales existentes de los miembros, al mismo tiempo que los alientan a depender por completo de su culto para todas sus necesidades físicas y emocionales.
El aislamiento físico y psicológico puede resultar, además de desencadenar muchos otros problemas, en la ansiedad y la depresión, algo que atrajo a las personas a la secta en primer lugar.
No es tan fácil el simplemente “usar la razón sobre la emoción”. El hecho de que las sectas continúen existiendo, y que la gente continúe jugando a la lotería a pesar de la minúscula posibilidad de ganar, es un testimonio de la potencia de las emociones como motivadores conductuales.
La ansiedad y la depresión pueden llegar a ser tan abrumadoras y sentirse tan insuperables que los seguidores se sienten atrapados.
Este es un círculo vicioso que puede llevar a consecuencias verdaderamente trágicas, como la bien documentada masacre de Jonestown en 1978, en la que más de 900 personas murieron en un asesinato-suicidio en masa, que fue llevado a cabo bajo la supervisión del líder del culto, Jim Jones. Además de los suicidios de Heaven’s Gate en 1997, en la que 39 individuos, incluido el líder de culto, Marshall Applewhite, tomaron de manera voluntaria una sobredosis de fenobarbital y vodka con la esperanza de ser transportados a una supuesta nave espacial alienígena que volaba detrás del cometa (real) Hale-Bopp.
El uso de razón
Entonces, ¿cómo puede uno enfrentar sus miedos, pero evitar el potencial peligro de los grupos de culto? En una palabra: Racionalidad.
Buscar soluciones basadas en la razón para las condiciones centradas en la emoción no es de ninguna manera un concepto nuevo. Desafortunadamente, la racionalidad no es tan intuitivamente atractiva como los remedios que simplemente explotan los antojos sentimentales.
Sigmund Freud, en su texto de 1927 El futuro de una ilusión, argumentó que la religión era un mero truco mental construido para consolar a creyentes y ayudarlos a superar sus inseguridades, a pesar de que su aceptación del dogma fuese irracional. Si bien la postura de Freud se centró en las creencias dominantes, su énfasis en el confort emocional destaca la importancia que este elemento desempeña en los cultos.
¿Su solución? Reemplazar la religión (o, en el presente caso, los cultos) con guías racionales, para que en el transcurso de la vida sean estas las que se ocupen directamente de los problemas. ¿Está ansioso por su apariencia? Coma saludablemente y haga ejercicio regularmente. ¿Estresado sobre los problemas existentes en su relación? Hable directamente con su compañero de una manera clara y honesta para llegar a resoluciones mutuamente acordadas.
No es tan fácil el simplemente “usar la razón sobre la emoción”. El hecho de que las sectas continúen existiendo, y que la gente continúe jugando a la lotería a pesar de la minúscula posibilidad de ganar, o insista en someterse a tratamientos contra el cáncer no probados como la terapia con orina, es un testimonio de la potencia de las emociones como motivadores conductuales.
Esto no debería tomarse como una guía para evitar nuestras emociones, lo cual incluso podría mejorar las experiencias humanas de muchas maneras.
Pero es importante estar atentos y reconocer el valor de abordar las decisiones usando la lógica, especialmente cuando las elecciones basadas en la emoción pueden llevar a resultados negativos que alteran la vida.
Pregúntele a Susan Atkins, Patricia Krenwinkel, Charles Watson y Leslie Van Houten, que terminaron pasando décadas en prisión por cometer un asesinato a petición de Manson.