Una búsqueda sin precedentes está en marcha, por el rastreo de 44 tripulantes de un submarino desaparecido de manera misteriosa en aguas argentinas. Siete países y la Nasa han desplegado toda su tecnología de última generación, luego de una semana sin poder determinar su ubicación, en medio de la angustia de los familiares.
El clima ha puesto su dosis de drama. “Tanto los aeronaves como los buques han soportado condiciones meteorológicos de extrema dureza, con vientos de hasta 80 kilómetros por hora, precipitaciones de distinta intensidad y olas de hasta siete metros de altura”, decía un comunicado de la Armada en argentina.
Los expertos saben que corren contra el tiempo. En condiciones normales, el submarino podría pasar 90 días sin ayuda externa, en cuanto a combustible, agua, aceite y oxígeno. Para eso tiene que hacer snorkel con el fin de renovar el aire y cargar las batería una vez por día, o cada dos o hasta tres días. Eso en condiciones normales. La de ahora son extremas.
Así comenzó en el mundo la semana de los últimos días de noviembre, mientras en Ecuador la justicia determinó el Tribunal que juzgará al vicepresidente sin funciones y compañía por la trama de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Por asociación ilícita. El Tribunal puso fecha para el inicio de lo que será el juicio, el 24 de noviembre, justo el día en el que el expresidente residente en Bélgica ha ofrecido retornar al país, por unos días.
Un regreso importante, sin duda, porque permitirá a los ecuatorianos mirar en directo el despliegue de seguridad con el que todavía se maneja un expresidente gracias a los dineros públicos, por decretos firmados en sus últimos días como presidente, porque decía haber hecho cosas mundiales y universales. Porque, desde su percepción, el Estado debía pagar de por vida sus consumos diarios. Como si el haber ganado la presidencia algún día fuera una especie de lotería.
Y todo en tiempos de austeridad.
Pero mientras los hechos corren a una velocidad de vértigo, en la Corte Constitucional ecuatoriana la parsimonia parece la regla: lo que no se haga hoy, ya se hará mañana. Los antes presurosos jueces constitucionales a la hora de tramitar pedidos del expresidente que debería llegar el 24 de noviembre al país, ahora parecen moverse con los tiempos de Matusalén, el octavo patriarca antediluviano, hijo de Enoc, padre de Lamec y abuelo de Noé.