La Ciudad del Conocimiento, obra emblemática del gobierno de Rafael Correa, tiene un problema de origen: haber nacido de un concepto ideológico; no partió de una política de Estado sino de un Plan de Gobierno. Por su origen ideológico, la Ciudad del Conocimiento está sujeta al manejo de muchas manos políticas, lo cual niega cualquier posibilidad de que prevalezca una administración técnica y de que haya continuidad académica y financiera.
Un proyecto de estas características, que comprende la Universidad Yachay Tech y la Empresa Pública Yachay EP, no brota de la noche a la mañana con la sola inyección de elevados recursos económicos. Un centro de investigación, educación y desarrollo, como el planteado por la revolución ciudadana, funciona en el primer mundo, porque el apoyo económico no es ideológico, y existe personal capacitado, financiamiento seguro, producción académica y vinculación con la industria. Como contraste, el Ecuador no cuenta con suficiente personal calificado que debería tener Yachay Tech para mantener un crecimiento continuo y convertirse en una de las mejores universidades no solo de Latinoamérica sino del mundo (así fue su promoción). Posiblemente no es óptimo que una buena parte de su nómina esté formada por profesionales extranjeros.
Durante el emprendimiento de este proyecto, se contrató “gestores” que conocían muy poco de la realidad nacional, quienes aprovecharon la oportunidad para beneficiarse de altos sueldos, viajes y prebendas que venían con el cargo. Tomando en cuenta su contribución, su contratación fue un gasto innecesario.
El expresidente Rafael Correa, promotor del proyecto, ha dicho que sistemas de las mismas características funcionan con éxito en Corea del Sur y Brasil. El argumento es fácilmente rebatible con solo señalar que la realidad ecuatoriana no es la misma de esos países. En consecuencia, es absurdo tratar de “imponer” un programa de esa naturaleza, a través de fuerza política y gastos desproporcionados.
Todo esto da motivos para creer las versiones que dicen que la Ciudad del Conocimiento germinó de una visión personal y egocéntrica, antes que de una necesidad nacional.
Para que la institución Yachay Tech deje de ser un experimento vano de un expresiente, no solo tendrá que ser evaluado y acreditado “objetivamente” por los órganos de control, sino también deberá demostrar que es eficiente.
A poco más de tres años de inaugurado, el modelo Yachay muestra más falencias que aciertos. Así lo determina un informe presentado al actual presidente de la República, Lenín Moreno, que ha anunciado una reestructuración del proyecto.
Definitivamente, Yachay debe ser reformulado de manera urgente. En mi opinión personal, la continuidad de Yachay EP – como parte de la Ciudad del Conocimiento- no tiene futuro. En lo relativo a la permanencia de la Universidad Yachay Tech, considero que el gobierno debería supeditar su existencia a la viabilidad financiera, es decir siempre y cuando no requiera de una alta inversión. Caso contrario, con la mira puesta en no perjudicar a los alumnos, sería preferible entregarles becas completas para que puedan estudiar en otras universidades del país.
Muchos se preguntan por qué un modelo de gestión, por ejemplo, como el que tiene la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) no funciona en el ámbito de lo público. La respuesta es sencilla: nuestro sistema se basa en la eficiencia, mientras, por naturaleza, el esquema público es burocrático e ineficiente.
Para que la institución Yachay Tech deje de ser un experimento vano de un expresiente, no solo tendrá que ser evaluado y acreditado “objetivamente” por los órganos de control, sino también deberá demostrar que es eficiente financieramente y académicamente, ahora y en el futuro.