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Yachay y la hoguera de las vanidades

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El 7 de febrero de 1497, seguidores del monje Girolamo Savonarola recogieron y quemaron en público miles de objetos en Florencia (Italia) durante la fiesta del Martes de Carnaval. Objetos de vanidad como espejos, maquillajes, vestidos refinados y hasta instrumentos musicales.

Esos hechos fueron bautizados como la hoguera de las vanidades, un título recogido en pleno siglo XX por Tom Wolfe, para narrar la historia de otras vanidades, la de los adinerados corredores de bolsa. Los inmortales e invencibles, los que se proclaman como los amos del universo. Los que creen que el mundo debe girar a su alrededor y viven al margen de una sociedad que los rodea y los puede golpear en cualquier instante.

El 12 de septiembre de 2017, el Presidente Lenín Moreno hizo un recorrido por uno de los proyectos emblemáticos del expresidente residente de Bélgica, Yachay, para constatar que esa Ciudad del Conocimiento era nada más y nada menos que 12 aulas y cuatro laboratorios, con una nómina de $13 millones y con mucho suelo desperdiciado.

“Yo pensé que iba a encontrar una universidad llena de laboratorios de física, química, biología etc -dijo el Presidente tras el recorrido-. Y veo que se ha prestado más atención a edificios, pero aún ahí ha habido deficiencias”.

En marzo de 2014, cuando el expresidente anunció el boom de la sociedad del conocimiento adelantó que ese año “tendremos ya 100 edificios construidos como parte del proyecto Ciudad del Conocimiento”. El proyecto integral contemplaba incluso una central hidroeléctrica propia y la estación de tren Hoja Blanca.

“Yo no quiero volver, quiero descansar; si me siguen fastidiando los sufridores de siempre, me les presento en el 2021”, dijo el expresidente en 2016 al criticar a quienes calificaron al centro de estudios como un elefante blanco. “Ni se metan con Yachay porque me los presento en el 2021”. Antes de terminar su mandato incluso anunció una inversión de $3.000 millones en Yachay, la inversión más grande en la historia del Ecuador.

Más de tres años después, la realidad es que esos 100 edificios no existen. La inversión de $3.000 millones a cargo de la empresa Red Tech Niktesla Corp Cia Ltda tampoco. No existe nada de la faraónica obra que supuestamente se estaba construyendo para sacar al país de la política extractivista.

Solo vanidades. Como la vanidad de la Refinería del Pacífico. Vanidades que esconden, además, muchas irregularidades que ahora están en manos de los organismos de control.

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