Estudiantes, familias, empresarios, autoridades y organismos de control y acreditación exigen, cada vez con más y mejores argumentos, que nuestras universidades ofrezcan una educación de calidad que responda a los desafíos de un mundo globalizado como el actual. Hoy por hoy, son muchas las casas de estudio nacionales e internacionales que tienen como objetivo ser las mejores de su región y aun del planeta.
El papel de la universidad es, sin duda, complejo. Todos aspiramos a que nuestras instituciones de educación superior generen conocimiento y desarrollen un capital cultural y humano que sea capaz de contribuir a la matriz productiva del país y que aporte soluciones creativas a los retos derivados de la sociedad del conocimiento. Dentro de las universidades, los llamados a realizar esta labor son, junto con los estudiantes, los docentes y los investigadores. Sin embargo, dada la normativa vigente hoy en día sobre la universidad, el personal docente e investigador universitario tiene una sobrecarga de responsabilidades que, en la mayoría de los casos, le dificulta su trabajo con los jóvenes y la ejecución de proyectos de investigación. Por otro lado, los estudiantes universitarios se preguntan cada vez con más frecuencia si encontrarán cupo para ingresar a la carrera que quieren cursar o qué oportunidades laborales se les abrirán si logran culminar esta última.
En este marco de exigencias en las que se desarrolla la educación superior, el modelo de rendición de cuentas y medición de calidad universitaria es cada vez más común, y todos los actores involucrados en él piden resultados concretos.
Pero medir la calidad en la universidad es un desafío. En lo referente a la cuestión de las infraestructuras, es un hecho poco discutible que las universidades iberoamericanas requieren más espacio y mejores recursos para afrontar con éxito el problema de la masificación en el acceso de los nuevos estudiantes.
En el campo académico, necesitan también docentes capacitados que dominen su área de conocimiento, se actualicen constantemente y, a la vez, puedan utilizar métodos innovadores en los procesos de enseñanza y aprendizaje que ejecuten en sus clases —métodos que no se parezcan en nada a la fórmula tradicional de clases magistrales y que hagan un uso creativo de la tecnología y de las herramientas audiovisuales de vanguardia—. Desde el punto de vista de la investigación y la vinculación con el entorno en el que se insertan, las universidades precisan una mayor cantidad de recursos económicos y tecnológicos para poder desarrollar proyectos que propongan soluciones concretas a problemas reales, sin olvidar la experimentación y la indagación de lo conocido para llegar a lo desconocido, y viceversa. Finalmente, desde una perspectiva exclusivamente laboral, quienes egresen de ella tienen la legítima aspiración de encontrar un trabajo digno que les permita contribuir al tejido productivo del país de manera cualificada.
A tenor de todas las variables anteriores, resulta, en efecto, complejo medir la calidad de nuestras universidades. Para empezar, sería necesario definir primero qué se entiende por calidad en el ámbito universitario, qué se persigue al medirla y cuáles podrían ser los mejores métodos para comprobar la eficacia administrativa y académica de una institución dada. Sería necesario, además, considerar el entorno en el que se desenvuelven las universidades, la sociedad de la que se nutre y a la que rinde cuentas, los recursos de los que dispone y los desafíos a los que se enfrenta.
Sabedores del papel que desempeñan en el seno de la sociedad ecuatoriana, el Instituto de Enseñanza y Aprendizaje (IDEA) y el 21st Century Faculty Institute (SHIFT) de la Universidad San Francisco de Quito han organizado un congreso internacional sobre la calidad en educación superior que acogerá, durante dos jornadas consecutivas (los próximos días 29 y 30 de septiembre), a un deslumbrante plantel de expertos nacionales e internacionales y les brindará a todos ellos la oportunidad de exponer e intercambiar sus ideas, investigaciones y reflexiones en torno a los parámetros de calidad que conviene emplear en las instituciones de educación superior iberoamericanas.