Fue con lujo de detalles, el relato de alguien que conoce a los personajes de los que habla porque era el hombre del maletín; el hombre que llevaba las navidades a las autoridades que clavaban impuesto tras impuesto a los ecuatorianos, a los que reclamaban sacrificios porque ya teníamos carreteras, ya teníamos patria; fue el relato de alguien que entraba como dueño de casa en la Vicepresidencia de la República del Ecuador, convertida en república bananera o banana republic, por quienes más se horrorizaron por el entreguismo de las oligarquías de la larga noche liberal al maldito imperio, al que muchas de las autoridades del anterior gobierno iban de compras.
Entraba sin anunciarse, ni siquiera registrarse. Era la gallina de los huevos de oro, al que mandaban recados de cualquier dependencia pública, de que tal personaje o tal funcionario quiere tantos millones. Mientras tanto en eternas sabatinas se anunciaba las faraónicas obras que iban a convertir a la banana republic en una patria; la patria con la que soñó Hugo Chávez, que no es nada más y nada menos que la actual Venezuela. Esa era la gran patria que se estaba construyendo en la llamada década ganada. Ahora lo sabemos, aunque ya lo sabíamos.
Ganada solo para algunos, mientras miles y miles de personas iban al desempleo y miles de empresas cerraban sus puertas, porque quedaron asfixiadas con tantos impuestos, con tantas regulaciones, mientras ellos recibían al hombre del maletín, alegres, con música de fondo para que no quedara rastro de sus conversaciones, como si las mafias no tuvieran formas de guardar evidencias de lo que dan. ¿Ingenuos?
De los diez países en los que trabajo el delator de Odebrecht solo en uno tenía acceso a la Vicepresidencia de la República: en Ecuador, el país de la época de las manos limpias, las mentes lúcidas y el corazón ardientes, al parecer por ver tanto dinero junto. Fajos y fajos de dólares que seguramente seguirán en las cornisas de algunas casas o bajo los pisos. Caletas, les llaman en Colombia.
Fue un relato crudo, algo que ya muchos ecuatorianos sabían, pero ahora lo escucharon en la Corte Nacional de la Justicia. El país entero ahora mira al Fiscal General de la Nación. Es su oportunidad de no equivocarse. Es la oportunidad de las autoridades judiciales de evitar que Ecuador se convierta en una banana republic, porque eso pretendía la década ganada.