Ha recorrido el sistema solar desde hace años, dos décadas, en silencio. Ha visto la forma de la Tierra y su luna, ha visto Venus, Mercurio… El mundo científico vive pendiente de cada uno de sus movimientos, de la brecha entre Saturno y sus anillos, antes de que comience a bordear Titán, la luna más grande de ese planeta, y sucumbir ante la atracción gravitacional de Saturno.
Cassini es el nombre del astrónomo italo-francés del siglo XVII, Jean Dominique Cassini. Su misión ha ayudado a escribir un nuevo capítulo en la comprensión del sistema solar. Saturno tiene 62 lunas, decenas más que las que se creían; Titán se asemeja en términos químicos, a una Tierra primitiva y congelada, y contiene compuestos orgánicos, y otra luna, Encélado, posee géiseres (fuentes termales) que expulsan columnas de vapor de agua desde su salado océano bajo la superficie de un planeta compuesto de roca y hielo.
Cassini-Huygens ha mostrado la posibilidad de que pudiera existir vida microbiana en las lunas de Saturno. Hay mucha emotividad sobre su final. Como en todo. Patricia Sierra, de la Universidad San Francisco, explica mucho de esa emotividad y de la importancia de esta misión.