Al fijar su posición de “respeto al pueblo venezolano y su derecho a expresar su voluntad”, el gobierno de Lenín Moreno ha aprobado las elecciones celebradas el último domingo, en Venezuela. Por esa vía se instalará una Constituyente encargada de redactar una nueva Constitución para ese país.
Mediante un comunicado, divulgado por la Cancillería, el gobierno también condena la injerencia de los estados en los asuntos internos de otros estados y, en forma paralela, propugna la solución pacífica de las controversias y los conflictos.
De esta forma, el Ecuador marca distancias con ocho países latinoamericanos que no reconocen o se muestran preocupados por la realización de la Constituyente, junto a Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
El retiro de la inmunidad judicial de los legisladores de la Asamblea Nacional de mayoría opositora elegida en 2015, así como la reforma de la Fiscalía General crítica del oficialismo constan entre las primeras acciones de la Constituyente. Según varios gobiernos, esto configura un régimen de facto.
Sin duda, una Constituyente para escribir una nueva carta política es un recurso extraordinario en la vida de los países. Sin embargo, en el caso venezolano este proceso se encuentra viciado.
Para empezar, el Consejo Electoral, controlado por el chavismo, diseñó un sistema de votación para favorecer al oficialismo. Un grupo importante de asambleístas proviene de las divisiones territoriales y áreas rurales donde el gobierno tiene cierto apoyo. En tanto, el otro gran bloque tiene su origen en varias categorías de grupos sociales entre consejos comunales, sindicatos, pescadores y otros gremios.
De igual modo, muchos candidatos han sido miembros del partido de gobierno, aliados o simpatizantes. Y, por si fuera poco, más de un 50 por ciento de los electores estaba habilitado para votar por dos cargos. ¿Voto universal? Ni de lejos.
A esto se sumó la negativa de Maduro para someter a un referendo la convocatoria a la Constituyente, a diferencia del extinto presidente Hugo Chávez, quien sí planteó una consulta sobre el llamado a la Asamblea que elaboró la Carta Política de 1999, aún vigente.
Lo más grave de todo es que la actual Constituyente ha agudizado el conflicto. El mismo día de las elecciones hubo una represión feroz con un saldo de 16 fallecidos. Con ellos, la cifra bordea los 130 muertos desde el inicio de la protestas el pasado abril. Qué decir del éxodo masivo de personas que buscan refugio en otros países.
El calendario oficial establece que la Constituyente deberá instalarse hoy, pero los miembros de la Asamblea Nacional ya advirtieron que no abandonarán sus curules. ¿El chavismo ocupará el Palacio Legislativo a viva voz?, ¿a viva fuerza? La espiral de violencia no tiene visos de detenerse.
Al manifestar su respeto por los comicios venezolanos, el gobierno de Lenín Moreno tácitamente ha decidido respaldar la validez del proceso.
Los temas internacionales deben ser analizados a profundidad; solo después de aquello un gobierno está en condiciones de asumir una posición. Al manifestar su respeto por los comicios venezolanos, el gobierno de Lenín Moreno tácitamente ha optado por respaldar la validez del proceso.
Quién sabe si por algún juramento hecho al fallecido expresidente Hugo Chávez, en los inicios de la llamada revolución ciudadana, el gobierno ha emitido un pronunciamiento ideológico frente a un hecho político tan complejo y controversial como la Constituyente de Nicolás Maduro.
Empero no es cuestión de aprobar porque sí. La situación del país amigo es caótica. Aunque no se puede calificar de un estado de guerra interna, existe una clara condición de resistencia civil. En esta coyuntura, el Ecuador debería actuar en armonía con su enunciado de que apoyará todo proceso que busque la paz.
En ese marco, nuestra diplomacia debería aliarse con otros países de la región que comparten su ideología, por ejemplo Uruguay; también Bolivia (sin incluir a Nicaragua y Cuba). El grupo podría ampliarse con Chile, Argentina, Perú y otros países de ideologías diferentes. Todos con un solo norte: convencer a todos los venezolanos que es imperioso llevar a cabo un proceso de mediación.
Luego de la aceptación de las partes, el siguiente paso estaría orientado a lograr un statu quo. Esto significa bajar las armas, un alto el fuego, dejar las cosas como están, levantar las trancas en ciudades como Caracas, donde no es posible caminar porque está atravesada por grupos de la resistencia civil y los colectivos chavistas.
El statu quo podría plantear algunas salidas: una de ellas sería dar paso a las elecciones de gobernadores, pendientes desde hace varios meses. También habría que anular la elección de la Constituyente; lo mismo para la consulta que fue organizada por la Asamblea Nacional y la oposición para rechazar ese mecanismo.
Luego habría que buscar el momento propicio para convocar una nueva Asamblea Constituyente, en la que se encuentren representados todos los venezolanos, con votación universal, transparente, sin subterfugios.
Los procesos de mediación toman su tiempo, son pausados. Aunque tienen la ventaja de no ser corporativos porque no abarcan la participación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) ni la Organización de Estados Americanos (OEA).
El reciente acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es la muestra de que es posible llegar a un arreglo exitoso. Antes, a inicios de la década de los 80 del siglo pasado, la grata experiencia del Grupo Contadora alejó el peligro de guerra en Centroamérica.
Cuando se trata de lograr la paz puede haber muchas salidas, pero todo eso pasa por la voluntad de las partes para llegar a acuerdos mínimos. Muy por encima de los intereses de Maduro o de la oposición se encuentra el pueblo venezolano, que al final del día le interesa tener trabajo, estabilidad, medicinas, alimentos, seguridad y que termine, de una vez por todas, la violencia y el enfrentamiento.
Ahí está el reto para el Ecuador. Por su posición ideológica podría jugar un papel clave, con Uruguay y Bolivia, para emprender el cometido de encontrar la paz para Venezuela. Nuestro gobierno no debería distinguirse por apoyar irrestrictamente a un régimen que ha causado víctimas de todo orden, sino por evidenciar una posición inteligente y creativa que ayude al pueblo venezolano a encontrar la paz.