El discurso del Gobierno de Ecuador sobre la crisis que sufre Venezuela no ha variado en lo sustancial. Las declaraciones del presidente Lenín Moreno no distan mucho de las dadas con antelación por la canciller María Fernanda Espinoza pues estas se diferencian solo en forma. La representante diplomática del país ya reconoció que en ese país existía violencia y esa situación era causa de preocupación. Sin embargo, la canciller nunca especificó de dónde venía dicha violencia, ni a qué se refería cuando hablaba de la misma. Ahora, lo que el presidente Moreno hizo fue reconocer la existencia de presos políticos, que es como un señalamiento con el dedo al gobierno de Nicolás Maduro, pero poco más. En el fondo no hay realmente un cambio de dirección en la relación diplomática entre Venezuela y Ecuador mantenida en los últimos años.
Hasta el llamado al diálogo hecho por el Gobierno de Ecuador ha sido tibio y en nada se parece al formulado por la Organización de las Naciones Unidas, como ha insinuado la Cancillería ecuatoriana. La ONU no solo llamó al diálogo sino que hizo una contundente declaración de rechazo el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes en Venezuela, y las detenciones arbitrarias.
La posición ecuatoriana sobre una posible intervención en Venezuela es la misma que la de China, la de rechazar la intervención extranjera y apoyar el diálogo. No estamos en el mejor de los bandos posibles.
La posición de Ecuador a nivel diplomático ha sido ambigua, porque en esencia se mantiene el respaldo al gobierno de Nicolás Maduro. En la práctica, Ecuador ni siquiera asistió a la reunión de representantes diplomáticos de 17 países de América que tuvo lugar en Lima, donde se condenó la ruptura del orden democrático en Venezuela. En lugar de eso la canciller viajó a una reunión del Alba en Caracas.
La posición ecuatoriana sobre una posible intervención en Venezuela es la misma que la de China, la de rechazar la intervención extranjera y apoyar el diálogo. No estamos en el mejor de los bandos posibles. La injerencia o no injerencia no justifica la indiferencia, pero por otro lado, ¿qué significa apoyar el diálogo? La canciller ha dicho que el trabajo de Ecuador en el tema Venezuela se lo realiza en silencio, pero seguramente a la gran mayoría de ecuatorianos le gustaría saber qué trabajo se está haciendo en ese sentido.
La declaración del presidente Moreno, en este contexto, no puede ser leída como una desautorización a la canciller Espinoza, ya que ambos han señalado la existencia de violencia y la preferencia por una solución pacífica en torno al diálogo, es decir, están alineados.
Para que exista diálogo las dos partes tienen que reconocerse como iguales, algo que ha reclamado la ONU. Cuando hay una Constituyente que se avoca todos los poderes qué posibilidad de diálogo existe, y luego, diálogo para qué.
Los países hablan de diálogo y soluciones políticas eternas, pero no hay una real voluntad de diálogo en Venezuela. Lo que el Gobierno escribe con una mano la borra con la otra. Las declaraciones son desvirtuadas con sus acciones. Primero habla de diálogo y luego convoca a una Constituyente.
Para que exista diálogo las dos partes tienen que reconocerse como iguales, algo que ha reclamado la ONU. Cuando hay una Constituyente que se avoca todos los poderes qué posibilidad de diálogo existe, y luego, diálogo para qué.
A la palabra diálogo se ha sumado ahora la intervención, pero nadie sabe de qué tipo: hay la intervención militar, que obviamente es el peor escenario posible, pero también está la intervención política que se refiere a una especie de mediación. Esa mediación ya se produjo en Venezuela con la participación de expresidentes como José Luis Rodríguez Zapatero. A Caracas han llegado algunos emisarios internacionales.
La postura del gobierno de Ecuador contra la intervención en Venezuela está alineada con la de otros países de la región, porque en ese país no existe aún ninguna de las causas que justifique una intervención como la anunciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Venezuela no ha llegado a una instancia que pueda justificar la intervención bajo los parámetros de la responsabilidad para proteger. Todos estamos horrorizados con lo que sucede en Siria, pero ¿una intervención podría empeorar o no las cosas? Es la primera pregunta frente a cualquier escenario que pueda medianamente convocar una intervención.
Hablar de intervención es hablar de palabras mayores. Desgraciadamente vivimos todavía en un mundo en el que no hemos podido encontrar el punto de equilibrio entre el respeto a la soberanía y el respeto a los derechos humanos. ¿Cuándo es hora de actuar? Cualquier intervención en un país, independientemente venga de donde venga, tiene que ser aprobada antes por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y para que proceda debería haber algún antecedente terrorífico.
Venezuela no ha llegado a una instancia que pueda justificar la intervención bajo los parámetros de la responsabilidad para proteger. Todos estamos horrorizados con lo que sucede en Siria, pero ¿una intervención podría empeorar o no las cosas? Es la primera pregunta frente a cualquier escenario que pueda medianamente convocar una intervención. Si Estados Unidos interviene en Venezuela, ¿qué va a pasar en el futuro?
Es claro que la salida a la crisis en Venezuela no va a ser muy pacífica. Después de casi tres meses de marchas en las calles, en el último mes han bajado de intensidad, porque luego de la Constituyente ese país parece abatirse entre el desánimo, la frustración y la desesperación.
De ahí que ahora es importante la presión diplomática internacional y de hecho es probablemente lo único que, al parecer, podrá doblegar al gobierno de Maduro.
Son posiciones que de una u otra manera deslegitiman al gobierno venezolano y lo puede obligar a cambiar de posición si no es ahora, sí en un mediano plazo.
Lo curioso es que la situación de Venezuela ni siquiera es comparable con la vivida por Cuba. En la isla el deterioro de la democracia fue lento. Paulatinamente la gente se fue acostumbrando a perder derechos y libertades. A la escasez. Los venezolanos han tenido que acostumbrarse bruscamente a un mayor deterioro en calidad de vida y de la democracia. El declive en el último año, ha sido vertiginoso.