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El discurso de la canciller es uno, pero la política comercial de Ecuador se decide en otra parte

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Las declaraciones de la canciller María Fernanda Espinoza, a propósito de la crisis de Venezuela, en las que vuelve a mencionar o intentar rescatar la importancia de la Alianza Bolivariana para los Américas (Alba) son solo parte de un discurso sin ningún asidero real; sin ningún peso económico ni político en la realidad del país. Ni siquiera de alguna importancia georegional o de geopolítica.

La Alba en realidad es algo que no existe, no funciona. En términos de comercio exterior ese bloque no representa ni el 1% del comercio exterior ecuatoriano. Incluso en el comercio intrarregional, con lo que fue la economía de Venezuela, cuando sí representaba un mercado para Ecuador, la Alianza Bolivariana nunca llegó a ser representativa para la economía del país.

Lo que ha mostrado la actuación de la Cancillería en la coyuntura de la crisis de Venezuela es que hay un sector en el Gobierno que intenta mantener, entre comillas, los principios revolucionarios en materia de integración latinoamericana, sin darse cuenta de que la mayor integración se produce en función de tener una política comercial que proteja los sectores más vulnerables, pero que a su vez sea dinámica y activa en el comercio con todos los países del mundo.

La Alba en realidad es algo que no existe, no funciona. En términos de comercio exterior ese bloque no representa ni el 1% del comercio exterior ecuatoriano. Incluso en el comercio intrarregional, con lo que fue la economía de Venezuela, cuando sí representaba un mercado para Ecuador, la Alianza Bolivariana nunca llegó a ser representativa para la economía del país.

¿Cuál es la diferencia entre estar en la Alba o no estar, con mantener un acuerdo de libre comercio con Europa? La diferencia es abismal, porque el bloque comunitario europeo representa unas relaciones comerciales reales y beneficiosas para el país. La Alba es solo un discurso que no tiene ningún peso en la política comercial exterior de ningún país.

El Ministerio de Relaciones Exteriores, además, desde el último tramo del Gobierno anterior dejó de tener competencia sobre la política comercial del país. María Fernanda Espinoza puede ser una gran técnica en materia ambiental, pero aparece en Relaciones Exteriores más por una cuestión política.

La Alba es solo un discurso que no tiene ningún peso en la política comercial exterior de ningún país.

Técnicamente las cosas no funcionan desde los discursos políticos. Estados Unidos de hecho ha mantenido relaciones comerciales incluso con Irán. La ley Helms Burton fue pensada para endurecer el embargo contra Cuba, pero nunca se ha detenido el envío de remesas desde Washington a La Habana. Las relaciones económicas no se han congelado entre los dos países.

Si bien el Gobierno anterior fue reacio a firmar un acuerdo comercial con Estados Unidos en sus diez años, ese país nunca dejó de ser su principal socio comercial. Basta analizar la estructura comercial y de exportaciones. Durante la última década, Estados Unidos nunca ha dejado de ser el principal socio comercial del país.

El comercio exterior, en el mundo actual, no se guía por la lógica de una declaración política que puede molestar en algún momento a algún socio comercial, pero eso se soluciona por otras vías. Ahora el actual ministro de Comercio, Pablo Campana, viaja y se enlaza mucho con el mercado de América del Norte.

En materia comercial, a la hora de negociar acuerdos, lo lógico es que cada país analice las ventajas competitivas sector por sector. Los países firman acuerdos luego de una negociación en la que los equipos de ambas partes se sientan en una mesa para discutir cómo mantener protecciones para sus productos sensibles y poner barreras en los sectores que cada país sea más competitivo, para no afectar a sus productores.

El comercio exterior, en el mundo actual, no se guía por la lógica de una declaración política que puede molestar en algún momento a algún socio comercial, pero eso se soluciona por otras vías.   

Las declaraciones políticas hace mucho tiempo pasaron a un segundo plano en las relaciones comerciales entre los países. Con Corea del Norte Estados Unidos no ha podido hacer nada solo porque sabe que tiene otros aliados más grandes y, sobre todo, porque como mercado le interesa más Rusia que Corea.

En esta materia mandan los números no las declaraciones. La canciller ecuatoriana se puede reunir cuantas veces quiera con los países que quedan de la Alba, pero eso no afecta en nada las negociaciones comerciales que pudiera emprender el país.

Y hasta no sería para nada extraño que en el corto plazo haya cambios en el frente diplomático, porque las declaraciones de la canciller ni siquiera fueron desatinadas, solo fatuas.

Es indudable que el Gobierno actual ha comenzado a dar un giro al discurso en política comercial. Es menos agresivo. Palabras como el imperialismo o el enemigo del norte van a ser suprimidas de a poco en los mensajes oficiales. Ahora hay una posición más abierta al libre comercio; los Ministerios de Industrias y de Comercio fueron encargados a empresarios.

En esta materia mandan los números no las declaraciones. La canciller ecuatoriana se puede reunir cuantas veces quiera con los países que quedan de la Alba, pero eso no afecta en nada las negociaciones comerciales que pudiera emprender el país.

La apertura comercial que ha mostrado Ecuador es importante, porque si bien en materia de comercio exterior el pastel ya está distribuido, las negociaciones de más acuerdos ayudan a mejorar los términos de intercambio, incrementar los volúmenes de producción y hasta mejores precios para el consumidor.

El comercio exterior es sencillo, es uno de los pocos campos en economía que es algebraico; es decir, es suma y resta: tener mayores potencialidades para enviar los productos sin trabas, lo que quita costos de transacción. Importar bienes a menores precios de los que se producen aquí. Eso genera competitividad. Y el beneficiado es el consumidor.

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