El país no ha logrado superar el promedio de los 600 mil barriles diarios de producción desde hace más de una década y eso tiene muchas explicaciones, que no solo pasan por la falta de inversiones del sector privado.
Actualmente, por ejemplo, existen diferentes métodos científicos y técnicos para aumentar la fluidez del paso del petróleo por el oleoducto, pero el país tiene campos de crudos pesados y livianos y al momento de transportarlos estos se mezclan al llegar al puerto de Balao, lo que afecta su calidad.
En las actuales circunstancias plantearse la construcción de otro oleoducto para mejorar la calidad del crudo que se saca de los campos sería absurdo, porque no es verdad que el Ecuador sea un gran productor de petróleo ni un gran exportador. Esa es una falsedad en la que hemos vivido.
Ecuador es un productor de petróleo marginal que depende mucho de los ingresos petroleros, pero que no tiene ningún peso en el contexto internacional.
Según las cifras del Banco Central, en 2016 la producción de petróleo del país alcanzó los 548 mil barriles por día, entre la producción pública y privada, pero solo exportó un 72%.
Lo que el Gobierno debería hacer es acercarse a las empresas privadas para abrir las inversiones en los campos petroleros viejos, que tienen un mayor riesgo. Una de las alternativas sería jugar con los cupos o lotes de extracción que se ofrecen a las compañías privadas que hagan nuevas inversiones y otorgar premios, a manera de incentivos. Invertir en campos viejos siempre tiene sus riesgos, pero compartir los riesgos en cualquier negocio siempre es bueno.
A las compañías privadas les puede resultar rentable hacer nuevas inversiones para potenciar o repotenciar los pozos bajo su administración si existen reglas claras, un marco jurídico adecuado y, además, se ponen incentivos. Este es un negocio, no es una obra social. Nadie va a invertir si no se garantiza una rentabilidad. Y lo fundamental es borrar de raíz toda sombra de corrupción.
Paralelamente, el Gobierno tiene la opción de la preventa petrolera con las empresas privadas, un modelo que la anterior administración puso en práctica con China para obtener financiamiento inmediato. Ese es un buen negocio para las empresas privadas y para el Gobierno.
En la actualidad, los inversionistas apuntan a que el precio del petróleo mejore en los siguientes años. Las compañías privadas, por eso, ahora piensan en comprar petróleo a precios bajos y mantener los lotes para explotarlos cuando la cotización del crudo vaya al alza en los mercados internacionales.
El Gobierno también necesita revisar su política petrolera en el campo internacional. El año anterior el barril de crudo ecuatoriano se vendió a un promedio de 34,96 dólares por barril frente a los 98,14 dólares de 2012, según el Banco Central.
Para contrarrestar los bajos precios del petróleo a escala mundial la OPEP presionó a sus países miembros, entre ellos Ecuador, a recortar su producción para bajar la oferta.
Pero al ser Ecuador un productor marginal no le conviene mantenerse en esa organización, no tiene sentido continuar ahí, porque más que beneficios, cuestan más las cuotas que pagamos para ser parte de un club en el que el país no puede darse la vida de jeques árabes de los grandes productores. La OPEP genera al país más costos que beneficios; pasó mucho mejor cuando no era parte de ese cártel.
En materia petrolera existen dos maneras para obtener mayores recursos: incrementando el volumen de venta o multiplicando los ingresos de ese volumen con un precio más alto. Y en esto es fundamental la intervención privada.
Las alianzas petroleras deben apuntar hacia el sector privado porque está probado que algunas empresas públicas han sido un fracaso completo. Este es un buen momento para el Ecuador porque las compañías privadas difícilmente buscarían aliarse con PDVSA a la que el chavismo ha convertido en un verdadero fracaso o con la brasileña Petrobras por todo el caso de los sobornos de la constructora Odebrecht.
Las empresas chinas ya están en el país y han hecho una preventa, pero sería bueno que el Gobierno entable conversaciones con empresas como las de Estados Unidos.
Las nuevas tecnologías facilitan mucho la búsqueda de nuevas reservas que se pueden ofrecer a las empresas privadas. Y por eso uno de los errores del Estado fue no haber dado impulso a las carreras que tienen que ver con ingeniería industrial o relacionadas con el petróleo porque al invertir en ciencia, tecnología y capital humano un Gobierno puede hacer posible abaratar costos en materia petrolera y aumentar la producción.”