El sueño del ser humano ha sido siempre volar, algo que facilita el Madrid Fly, el primer túnel de viento para paracaidistas en esa ciudad, una especie de atracción de parque temático. Es una gigantesca construcción de cristal de 4,6 m de diámetro por ocho metros de altura para practicar el Indoor Skydiving.
Quienes llegan a ese lugar son equipados con el mono de vuelo, casco y gafas. “La posición de vuelo neutra para permanecer estable, que es una mezcla entre Spiderman y una mantis religiosa al acecho; posiciones de las manos para rotar; posición de manos y piernas para avanzar y retroceder; posición de cuerpo para subir y bajar y desplazarse de un lado a otro. Y un código de comunicación por signos de manos ya que en el tubo no se oye nada, hay que tener en cuenta que uno se introduce en una especie de secador gigante con viento de velocidad 180 Km/h, por lo menos”, escribe Eduardo Salete Vela, en un blog reproducido en El País.
“Nada más entrar en el túnel me di cuenta de que volar y levitar son dos cosas distintas. Deseche toda idea de ingravidez tipo Superman que pueda usted tener sobre el vuelo. Volar requiere resistencia muscular. La flotabilidad neutra se experimenta cuando se bucea y la densidad del cuerpo se equilibra con la del agua. Por eso los astronautas de la NASA se entrenan en una instalación gigante subacuática para trabajar en las condiciones más parecidas de ingravidez (el Neutral Buoyancy Laboratory) con el fin de poder realizar sus “caminos espaciales” más allá de la atmósfera terrestre”.
Entre los beneficios de este tipo de prácticas deportivas está brindar la sensación del salto en paracaídas pero evitando la aprensión a la altura, el fortalecimiento de la musculatura en general por ejercicios isométricos, el aumento del sentido de la propiocepción, la quema de hasta 2000 calorías al día, la reducción del estrés y los efectos de la depresión a más de ofrecer mayor autoconfianza en quienes entran al túnel.
“La Asociación Infantil Oncológica de Madrid ha llevado a cabo un proyecto donde niños de 7 a 15 años, que han padecido o padecen cáncer, fueron introducidos en el vuelo indoor. Los expertos observaron mejorías físicas, sobre todo en equilibrio dinámico y monopodal, pero también un aumento en la percepción de autoeficacia, autonomía y autoconfianza de los niños -escribe-. Estos resultados, a la vez que el entusiasmo mostrado por los niños, ha llevado a seguir utilizando las instalaciones para este y otros colectivos con discapacidades”.
“En el túnel de viento, para mantener una posición de equilibrio, uno debe mantener una postura y una tensión muscular. Estar en mitad de una corriente con un control del cuerpo limitado, porque la técnica todavía no se domina, se traduce en un mayor esfuerzo. Volviendo a los astronautas, los primeros “paseos espaciales”, fueron un desastre porque los astronautas no podían controlar sus cuerpos en ingravidez y volver a la nave les supuso un esfuerzo físico que les llevó a los límites, en algunos casos de la muerte”, sigue en el blog.
En el túnel del viento el instructor corrige las posiciones constantemente, mientras un técnico en cabina regula la potencia de la corriente para que el cuerpo despegue sin salir disparado por el techo. “Una de las consecuencias de volar que experimenté fue la sensación de bienestar -escribe-. Del túnel del viento uno sale con una sonrisa, no sé si le echan algo al aire en Madrid Fly o es que volar genera endorfinas suficientes para pasar el resto del día feliz. Pero esta sensación es generalizada, algunos llaman al túnel del viento la máquina de la risa”.
Esta práctica es utilizada como terapia rehabilitadora en pacientes oncológicos infantiles. “La Asociación Infantil Oncológica de Madrid ha llevado a cabo un proyecto donde niños de 7 a 15 años, que han padecido o padecen cáncer, fueron introducidos en el vuelo indoor. Los expertos observaron mejorías físicas, sobre todo en equilibrio dinámico y monopodal, pero también un aumento en la percepción de autoeficacia, autonomía y autoconfianza de los niños -escribe-. Estos resultados, a la vez que el entusiasmo mostrado por los niños, ha llevado a seguir utilizando las instalaciones para este y otros colectivos con discapacidades”.
Las sesiones de vuelo son de 2 minutos. Más que suficiente, teniendo en cuenta que un vuelo en paracaidismo suele durar entre 40 segundos y un minuto. La sensación de vuelo, según el autor del blog, es terriblemente adictiva.