“Entrega sede por 100 años a Conaie”, otro innecesario desaire a mi Gobierno. Estrategia de “diferenciarse” no sólo es desleal, es mediocre”, escribió en su cuenta de Twitter, la red favorita de la política ecuatoriana, el expresidente Rafael Correa. Llamó desleal a un proceso de diálogo con un movimiento que indirectamente le apoyó la primera vez que llegó al poder con un discurso que reivindicaba sus aspiraciones políticas.
El movimiento indígena, sin embargo, pronto llegó a ser blanco de sus ataques cuando confrontó sus tesis con la praxis de la anterior administración en temas de política minera, social, ambiental y de educación. Primero fueron las protestas en Dayuma, una zona desamparada de la que se extraen unos 40 mil barriles de petróleo por día. Fue tras un paro por la no transferencia de recursos para asfaltar una vía que dejó 22 presos, acusados de terroristas y saboteadores.
Fue el inicio de un largo proceso de criminalización de la protesta social. Desde el discurso del poder comenzaron los descalificativos a la organización porque, según el expresidente, nunca había ganado una elección y no representaba a nadie. Todavía permanece fresca en la memoria esa especie de tête à tête en la que un dirigente de la Conaie le recordaba al expresidente que desde su discurso había minimizado a un movimiento histórico.
Las distancias entre las organizaciones sociales y la anterior administración fueron ahondándose al igual que las críticas desde el poder hacia ellas con calificativos de ponchos dorados y términos similares. Los funcionarios de ese entonces posaban para fotos vestidos con ponchos para decir que las bases de la organización indígena estaban de su lado y que la oposición a sus políticas era solo de parte de ciertos dirigentes que nunca habían ganado una elección.
La organización ambientalista Pachamama fue cerrada, acusada de hacer política; se intentó retirar la sede de la Conaie, acusada de hacer política; muchos dirigentes indígenas fueron detenidos bajo la figura del terrorismo, acusados de hacer política. Hacer política de pronto fue un crimen, porque desde el poder solo el poder podía hacer política.
El proceso de diálogo iniciado por el actual Gobierno todavía está en un proceso de interrogación desde las organizaciones y movimientos sociales, pero la realidad es que, al menos por el momento, algunos dirigentes indígenas apresados como delincuentes, acusados de terroristas, saboteadores y más, por protestar contra el anterior Gobierno, están libres. La realidad es que luego de años de un cerco a un escenario simbólico como la Plaza de la Independencia, las bases de la Conaie llegaron hasta ese lugar en una marcha pacífica.
¿De qué lado está la deslealtad? ¿Quién acusó a los dirigentes indígenas de no representar a nadie solo por no sentarse para la foto con los funcionarios del anterior Gobierno? ¿Desleales con quiénes? El país no es un persona, un país abarca muchas realidades. La deslealtad con ese país está en tratar de imponer una realidad o una verdad que puede no ser.