- Carlos De la Torre
Profesor de Sociología, Universidad de Kentucky
Luego de 10 años en el poder, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, dejará su cargo.
Sin embargo, el poder político no ha sido separado del tronco que le dio nacimiento. El sucesor escogido por Correa, su ex vicepresidente, Lenín Moreno, ha declarado su victoria sobre el banquero liberal Guillermo Lasso.
La campaña amortiguó los recelos de que Correa se presentará una vez más para la reelección, luego de que logró cambiar la Constitución en el 2015 para permitirle ese objetivo.
De todas formas, la elección de Moreno carece de legitimidad para aproximadamente la mitad de todos los votantes, debido a graves presunciones de fraude electoral.
Para empeorar las cosas, Moreno logró ganar en una cancha totalmente inclinada a su favor. Correa y su partido, Alianza País, utilizaron todo el poder como gobernantes para hacer campaña directa a favor de Moreno. Los medios públicos, controlados por el Estado, apoyaron exclusivamente esa campaña. El partido Alianza País intimidó a la oposición utilizando inclusive hampones para atacar a Lasso.
Calificaron a Lasso como un banquero corrupto que estaría pensando anular las conquistas sociales diseñadas por el gobierno para reducir las desigualdades y en su lugar traer de regreso el pasado de libre mercado.
Fue retratado como un enemigo del pueblo y representante de la derecha latinoamericana que busca anular las políticas sociales que benefician a los pobres. Correa ha mantenido el discurso en esta elección, como un voto a favor de su administración y más ampliamente, sustentándose en mantener un giro a la izquierda en América Latina.
Otras elecciones recientes demuestran lo contrario: un giro hacia la derecha en la región. La elección de Mauricio Macri, en Argentina, la transferencia de poder a Michel Temer en Brasil y la elección de Pedro Pablo Kucsynski en Perú.
Lasso fue auspiciado por diversos partidos de la derecha y la izquierda y algunos movimientos sociales que han sido víctimas de la administración de Correa. Para sus partidarios, la competencia se daba entre la autocracia de Correa y la promesa de liberalización y regreso a la democracia en Ecuador.
El populismo de Rafael Correa
Correa fue electo por primera ocasión en el 2006, luego de una campaña contra las clases políticas y económicas dominantes . A fin de revertir las políticas de privatización y reducción del Estado, lo fortaleció y utilizó todo su poder para cumplir su promesa de lucha contra la pobreza y la desigualdad.
Según datos del Banco Mundial, la población que vive bajo la línea de pobreza en Ecuador e redujo del 37,6% en el 2006 al 23,3% en el 2015.
Alianza País necesitaba mantener el control del poder, hasta alcanzar su proyecto a largo plazo para reformar todas las instituciones políticas.
Necesitaba transformar el modelo político y de desarrollo de la Nación de lo que consideraban una democracia burguesa hacia lo que prometían como una democracia con equidad y justicia social.
Correa se autoproclamaba como el “líder de la revolución ciudadana” comprometido a poner al Ecuador en su segunda y definitiva independencia de la dominación foránea y de las elites anti-nacionales.
Al igual que el venezolano Hugo Chávez y otros líderes populistas, Correa consideraba al pueblo como una entidad homogénea con un único interés encarnado bajo su liderazgo. Por ejemplo, luego de ganar las elecciones en el 2009, manifestó que “Ecuador votó por él”. Correa se consideraba como la única voz del pueblo. Calificaba a sus rivales como enemigos de la nación y por lo tanto de su revolución ciudadana. El disenso, inclusive dentro de su coalición de izquierdas, era interpretado como traición y Correa utilizaba su poder discresionalmente para intimidar y reprimir a los movimientos sociales independientes y a los críticos de la izquierda, inclusive con el manejo de las leyes.
Pero el modelo de desarrollo de Correa, centrado en el Estado entró en crisis. Los precios del petróleo, que representan aproximadamente el 58% de las exportaciones del país, colapsaron. El Ecuador, con estas políticas, desarrolló una inmensa burocracia con un crecimiento desmedido en los gastos sin dejar campo para crear reservas y ahorro para tiempos de escasez. El Presidente tuvo que enfrentar masivas demostraciones en contra de su intención para mantenerse indefinidamente en el poder. En el 2016 anunció que temporalmente dejaría sus ambiciones políticas y nominó a Lenin Moreno como su sucesor, prometiendo volver en el 2021.
¿El final del ‘correísmo’?
Lenin Moreno heredará instituciones diseñadas para el control autocrático de la esfera pública y de la sociedad civil. Su partido maneja el Congreso, el Poder Judicial, el Consejo Electoral, y todas las instituciones de control, como la Contraloría, la Defensoría del Pueblo.
El presidente incautó varios medios privados y formó un emporio estatal de información. Reguló primero y canceló mas tarde varias organizaciones sin fines de lucro y en su lugar formó movimientos sociales leales a su mandato.
Pero Moreno carece del carisma de Correa. En mi opinión, tendrá serias dificultades para controlar las distintas facciones de Alianza País formadas por activistas de extrema izquierda, tecnócratas, negociantes, y políticos tradicionales. Es situación es real, porque Correa ha debido enfrentar presiones y rompimientos para mantenerse como el último árbitro de los conflictos. Podría tratar de dictar a Moreno la forma de gobernar, aunque no es seguro que Moreno se convierta en su títere, pues probablemente tenga su propia agenda y ambiciones, que podrían chocar con las de su mentor.
Moreno deberá enfrentar una oposición fortalecida por los efectos de la estrecha diferencia de votos y las denuncias de fraude electoral.
Podría seguir el ejemplo de Nicolás Maduro de Venezuela, el sucesor escogido por Hugo Chávez. En ausencia del carisma de Chávez, Maduro tomó una posición autocrática para silenciar a sus críticos. Ha metido presos a miembros de la oposición y continúa reprimiendo duramente las protestas represadas. Venezuela es actualmente un lamentable ejemplo de una grave y profunda crisis.
El sucesor de Correa también deberá enfrentar la creciente resistencia a la extracción de los recursos naturales en las zonas de población indígena, lo que incrementará las protestas contra la corrupción y su propia elección.
Las elecciones en Ecuador han demostrado los graves problemas que se producen en una sucesión populista. A fin de triunfar, Correa y Moreno utilizaron todo el Estado y los medios controlados, junto con sus partidarios insertados en el Consejo Electoral. Incluso si Moreno lograra ganar carecerá de legitimidad. Las acusaciones de fraude perseguirán a toda su administración.
- TOMADO DE THE CONVERSATION,COM,
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Carlos De la Torre no trabaja, no ejerce una consultoría o posee acciones o recibe fondos de ninguna empresa u organización que podría beneficiarse del contenido de este artículo y ha demostrado no tener ninguna afiliación importante con algún poder independientemente de su relación académica con la universidad mencionada anteriormente.