Para analizar lo que ocurre ahora en Venezuela es necesario mirar su proceso, que ha sido uno de aproximación hacía un modelo totalitario, hacía una voluntad dictatorial cada vez más clara.
La decisión del Tribunal Supremo de Justicia, de quitar poderes a una Asamblea elegida por voluntad popular, ha quitado definitivamente la máscara del chavismo y ha dejado ver el rostro de una fea dictadura caribeña que mantiene presos políticos como Leopoldo López y el exalcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Pero la situación no es nueva. El Tribunal Supremo de Justicia ha intervenido constantemente en la Asamblea elegida con mayoría de oposición, primero con el caso de los diputados amazónicos destituidos, luego restituidos y destituidos después para, desde la Asamblea, jugar por la vía democrática.
Con su nueva decisión, el Tribunal Supremo ha eliminado la posibilidad de que pudiera existir un Congreso, un poder independiente en Venezuela. La voluntad popular a la que el chavismo tanto ha llamado a respetar ha quedado absolutamente irrespetada. Eso simplemente se llama dictadura.
Y por eso es peligroso que la comunidad internacional intente romper relaciones con Venezuela, porque puede dejarla aislada un momento crítico. En la diplomacia hay mecanismos distintos para mostrar el malestar contra un Gobierno. En estos momentos no conviene dejar sola a Venezuela, porque eso podría empeorar la represión y la violación a los Derechos Humanos.
En todo caso, estamos otra vez frente a una paradoja constante: No es posible juzgar con los criterios del Derecho los actos de una dictadura e insisto en una vieja visión que los hechos ahora ratifican: de las dictaduras solo se sale echándolas del poder. Jugar a la democracia en una dictadura solo excepcionalmente produce soluciones aceptables.
¿Cuál es el camino a seguir? ¿Servirá de algo que la OEA aplique la Carta Democrática en el caso de Venezuela? Sin duda puede ser un paso importante, al menos como un gesto simbólico de apoyo a la democracia, pero no ayudará a solucionar el conflicto.
¿Qué hacer? Es difícil hallar una fórmula en medio de tanta incertidumbre, pero una de las alternativas sería la intervención directa de las Naciones Unidas, porque la OEA no podrá hacer nada más allá de lo que ha hecho su secretario Luis Almagro.
El riesgo que existe, si no hay una reacción de la comunidad internacional, es el de una guerra civil escandalosa, espantosa, porque hay un pueblo cansado, un gobierno que quiere mantenerse en el poder a toda costa y una cierta indiferencia, en la práctica, de los países de América Latina.
El llamado que ha hecho la oposición a las Fuerzas Armadas para salir de la crisis servirá de poco, porque ellas son parte del Gobierno, forman parte de la llamada coalición cívico-militar, una genialidad de Hugo Chávez, la causa de todo lo que vive Venezuela ahora. Una fórmula que ha creado un país con una gran fragmentación, con una gran división de clases que puede dar lugar a un enfrentamiento de magnitudes inimaginables.
Pero el himno de Venezuela lo ha anticipado:
Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor…
Es deseable que pronto los venezolanos lo puedan cantar sin pasar por un baño de sangre, un peligro constante porque el diálogo ha sido deslegitimado por las constantes frustraciones del pueblo venezolano. El diálogo se ha burlado hasta de la presencia del Papa, por intermedio de sus delegados, al igual que de la participación de Unasur, de los expresidentes latinoamericanos y de José Luis Zapatero.
En esa línea, la confusión sobre lo que ocurre en Venezuela ahora es total en la región. Algunos países han decidido retirar a sus embajadores, algo que no ocurre ni en una guerra. Pero las ofensas continuas de Maduro contra algunos presidentes latinoamericanos han dado lugar a esa circunstancia. Eso no ayuda en nada, solo contribuye a aumentar la tensión.
En el caso de Ecuador, el Gobierno debió tener un poco de pudor y pundonor para condenar de frente un hecho dictatorial. Desgraciadamente, no juzgamos en base de leyes o del Estado de Derecho sino en función de cómo nos va en el baile.
El Gobierno ecuatoriano, con su comunicado, está tratando de decir que lo ocurrido en Venezuela es producto de la injerencia extranjera, lo cual es una vieja muletilla. No ha habido intervención extranjera de ninguna naturaleza en ese país, salvo para apoyar a Maduro.
El Gobierno ecuatoriano habla de seguir propiciando un diálogo que ha sido un fracaso. En todo caso, el comunicado de la Cancillería es mejor de lo que podría esperarse, porque parecía que se venía una adhesión incondicional al atropello. Y lo que hay que evitar a toda costa es un baño de sangre y parar el atropello.