Si algo ha sostenido al chavismo tanto tiempo en el poder en Venezuela debe ser sus guerras. La guerra mediática fue primero, luego la guerra económica, la guerra del imperio, la guerra de la guerra, la guerra por la guerra y ahora la guerra del pan. Por una sencilla razón: a su alrededor solo hay conspiraciones, no hay incompetencias, ni mediocridad ni falta de administración… Solo conspiraciones.
Y como hay guerra ya hay un plan para enfrentar esa guerra: el plan 700, como tantos otros planes que ha puesto en marcha el chavismo para combatir tantas guerras y de las que hasta ahora ha salido airoso. Ha ganado muchas guerras a una oposición que a veces se muestra unida y otras más dispersa que en guerra de religiones.
El plan para ganar la guerra consiste en constantes visitas a las panaderías de funcionarios de una pomposa Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos, algo que en Ecuador todavía no existe, pese a que ya existen muchas Superintendencias, porque esa palabra está asociada al control estatal.
El problema está en que los venezolanos ya no pueden acceder al pan, ni al económico. Ya no son solo filas interminables en las afueras de los supermercados, ahora también en las afueras de las panaderías. Y, como era de esperarse, el Gobierno ha acusado a los panaderos de usar la harina con subsidio para hacer versiones de pan aburguesados como los cachitos, pastelitos, tortas y otros productos no regulados a costa de dejar de hacer el pan popular, por debajo del coste real.
La Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos ha comenzado las intervenciones de la panaderías, como parte del plan 700 para enfrentar la guerra del pan. Y el comandante en jefe de esa operación es el vicepresidente ejecutivo Tarek El Aissami, que ha recibido sanciones por parte del Departamento del Tesoro de EEUU, al ser acusado de tráfico de drogas.
Ahora las panaderías han pasado al control de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción, organizaciones de base del chavismo. Y el ciclo sigue así, primero actúa una Superintendencia, ahora la Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos, y después entran en escena los Comités, está vez los Locales de Abastecimiento y Producción.
Como que las palabras sobran, cuando la realidad es tan absurda.