Mientras desde un lado de la campaña política presidencial se llama a devolver atunes y donaciones enviadas por millones de ecuatorianos para los miles de damnificados de Manabí y Esmeraldas por el terremoto del 16 de abril, otros miles de ecuatorianos sufren ahora por la inclemencia del clima, lluvias que destruyen carreteras, aíslan pueblos y dejan a gente sin nada.
Los damnificados de la comunidad de Sacón, en la provincia de Manabí, por ejemplo, han reclamado la presencia de las autoridades porque días después de que una avalancha de lodo sepultara esa comunidad, varias de las autoridades de las entidades públicas solo han llegado con la ayuda para tomarse la foto.
Eso ha dicho a El Diario de Manabí Sofía Cedeño, una de las personas damnificadas que se ha encargado de coordinar las actividades del albergue provisional. “Algunas de las autoridades solo han llegado por minutos; llegan, entregan la ayuda, se toman la foto y se van”, ha declarado.
¿Y los atunes lanzados a la calle? ¿Y la ayuda supuestamente devuelta?
Miles de ecuatorianos otra vez reclaman la solidaridad de todos y, sin duda, otros miles de ecuatorianos ya se están movilizando para hacer llegar esa solidaridad.
Pero el momento debe llevar a reflexionar sobre la soberbia de algunos estrategas de campañas políticas de querer minimizar la solidaridad entregada de forma voluntaria primero y obligatoria después, vía impuestos, por leyes tramitadas en la Asamblea.
Las desgracias son desgracias, y más aún las naturales, y no es ético hacer de esos dramas temas de proselitismo político. Hay límites que deberían ser respetados.