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Elecciones: ¿Qué lecciones nos deja la votación del 19 de febrero?

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Primero, la democracia como sistema de gobierno y forma de organización social y en su matiz de democracia representativa ha quedado obsoleta legal y legítimamente. Desde el punto de vista legal la implantación del método D’Hondt para las elecciones pluripersonales en el país entrega la asignación de escaños por listas beneficiando a las grandes organizaciones políticas del Ecuador a través del voto en plancha, lo que no necesariamente representa el voto que individualmente puede tener un candidato o visto desde otro lado lo que no representa la elección de un ciudadano. Beneficiando caudillismos implantados desde el punto de vista ideológico o personalidades vacuas que se encuentran entre listas y no candidatos preparados y probos prestos a servir a su patria.

En la misma línea, el artículo 161 del Código de la Democracia, que dice: “(…) El binomio será elegido por la mayoría absoluta de votos válidos emitidos o si el binomio que consiguió el primer lugar obtiene al menos el cuarenta por ciento de los votos válidos y una diferencia mayor a diez puntos porcentuales sobre la votación lograda por el binomio ubicado en el segundo lugar (…)” da cabida a que un presidente que no mantenga mayoría absoluta, que pueda favorecerse de los votos nulos y blancos- cuando son expresiones de la negación del sistema político que rige y de los candidatos que participan-pueda gobernar. Legal pero ilegítimo.

El binomio será elegido por la mayoría absoluta de votos válidos emitidos o si el binomio que consiguió el primer lugar obtiene al menos el cuarenta por ciento de los votos válidos y una diferencia mayor a diez puntos porcentuales sobre la votación lograda por el binomio ubicado en el segundo lugar (…)”

Desde el punto de vista legítimo, mas allá, de un sistema político, que como hemos dicho no responde a un elector que no está de acuerdo con el sistema democrático y sus candidatos, como por ejemplo el uso del voto blanco y nulo, se debe considerar que la democracia ya no se legitima como antes solo por establecimiento, es decir, el voto de una mayoría que impone un gobierno, ni tan solo por la funcionalidad de ese sistema, es decir, los resultados de las instituciones y organizaciones del gobierno para generar outputs. Dentro de esta última, es donde se encuentra el CNE, el organismo electoral que ha sido calificado de no entregar los resultados determinados en el tiempo adecuado, ¿es esto cierto? El art. 141 del Código de la democracia nos dice “el Consejo Nacional Electoral…proclamará los resultados de las elecciones para Presidente y Vicepresidente…no antes de tres días ni después de 7…” ¿hay fraude, el tiempo se extendió demasiado?  Legalmente no.

Sin embargo, aquí sucede otro fenómeno que los estamos debatiendo respecto de la legitimidad. Ya la funcional, ya la del establecimiento, no son bastas, la sociedad civil a raíz de la década de los 80, exige la legitimidad por imparcialidad, es decir, que más allá, de que un gobierno democrático haya sido beneficiado por una mayoría, este debe velar por las minorías, lo cual no ha sido evidenciado precisamente durante los últimos gobiernos, así como exige, la legitimidad por reflexividad, es decir, que más allá de que las decisiones sean adoptadas porque una mayoría valida ello, estas sean consensuadas y sobre todo debatidas por las minorías también, lo que no ha sido un hecho. En conclusión en la ausencia de estos tipos de legitimidades del sistema democrático actual, es en donde, el lema “fraude” tiene su raíz, aunque legalmente (funcionalmente y por establecimiento) no es así.

Segundo, el interés partidista primó más allá de una coherencia supuestamente ideológica. Ahora, con los resultados proclamados se dice: vamos a defender la democracia, vamos al CNE, sin embargo, la causa de que esto ocurra es que las organizaciones y los movimientos políticos de oposición y de derecha no supieron ceder los intereses personales. Al sumar los votos de Guillermo Lasso y los de Cynthia Viteri dan cuenta de que la oposición hubiera tenido una posición beneficiosa en primera vuelta. Se propuso meses atrás ceder candidaturas y contrastar con encuestas para la elección de un candidato único, pero los intereses propios y políticos pudieron más que la cohesión ideológica, se fragmentó la derecha y por ende la oposición. De aquí dos acápites pueden analizarse.

Por un lado, las facciones de derecha no son coherente con su discurso, Viteri y Bucaram, en los debates acusaron del feriado bancario a Lasso, así como de vulnerar los derechos de los trabajadores cuando este último era parte del Banco de Guayaquil, es decir, estos dos primeros pretenden el bienestar del país, critican lo que políticamente no es correcto, pero ahora apoyan esa candidatura. ¿Los principios tienen tiempo? ¿Ganar una elección es más importante que los derechos de los trabajadores que tanto se defendía? Por otro lado, todas las facciones de los partidos políticos no se supieron organizar y no supieron responder a las necesidades de lo que la gente pedía, por no ceder intereses partidistas y a pesar de eso la gente se está auto-convocando para “defender resultados”. Eso requiere una pregunta: ¿hasta dónde la democracia a través de organizaciones políticas todavía está legitimada para representar a la sociedad civil? Aquí está el empoderamiento de la sociedad civil, más allá de lo partidista, de asumir su rol democrático, político y participativo, esto guarda consonancia con el deseo de las nuevas legitimidades democráticas.

Finalmente, el discurso implantado, sigue siendo bipolar, violento y de acción no razonada. La gran crítica de una parte de la población de Ecuador durante 10 años ha sido la polaridad y la violencia en el trato y en la ejecución de lo político, más lo primero que se hace en el país es convocar a eso en las calles por los partidos que generaba esa crítica. Nuevamente prima el discurso opositor, el discurso de salir a las calles y generar controversia. En ese sentido, es gravísimo lo que se está generando a nivel discursivo. Un ejemplo de ello es la retaliación que se tomaron los usuarios en redes sociales en contra de los afectados por el terremoto de Manabí y reclamaron por la ayuda brindada pues habían beneficiado al candidato oficialista. ¿Cuán triste desde el punto de vista humano es esto? El nivel de odio y violencia que se ha llegado a interiorizar a raíz de la política es grave. Ni siquiera se respeta la decisión democrática sea de la tendencia ideológica que fuere en paz o se pretende la protesta pacífica no violenta reclamado sus derechos sino lo contrario.

La primera vuelta está poniendo a la luz el odio instaurado en los últimos 10 años en el país dado no solo por el Correísmo (significante vacío), sino por la polaridad de los partidos políticos que no han sabido durante este tiempo manejar la política y que terminan usando exactamente el mismo discurso tan criticado y maniqueo del “ellos vs nosotros”

Está latente una sociedad violenta, en donde los líderes de los partidos políticos le habrían dado una lección al oficialismo con la defensa pacífica de los votos. Pero se decidieron por lo que está embebido ya en la ciudadanía, el insulto, la violencia, el agravio, utilizando como arma de estrategia un discurso unificador, masificador y maniqueo para la consecución de las condiciones objetivas y subjetivas de una desintegración social y un caos político.

En conclusión existe una violencia interiorizada de parte de los representantes de los partidos usada a nivel discursivo para sus intereses políticos, intereses que no cedieron principalmente los candidatos de la derecha para la defensa ideológica política de lo que han venido trabajando 10 años, y que han contribuido también un grano de arena más al desierto que el oficialismos a construido, respecto un sistema democrático no legítimo ya, donde la mayoría no es suficiente, donde las organizaciones políticas no responden a las necesidades que requiere la gente y en donde la sociedad civil finalmente está asumiendo su rol, ciudadanizando la política.

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