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El muro de Trump

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El señor Trump ha firmado una orden ejecutiva para construir un muro en la frontera de Estados Unidos con México, con la firme convicción de que él es Estados Unidos. El señor Trump, para cerciorarse de eso, de que él es Estados Unidos, ha ordenado una investigación sobre un supuesto fraude porque no cree que los estadounidenses votaran contra él. No cree que Hillary Clinton haya obtenido más votos que él.

El señor Trump cree que él es el representante del espíritu estadounidense y ha mandado a cerrar fronteras mientras su otro espíritu inmobiliario, cedido a terceros, habla de construir hoteles en las principales metrópolis del país del norte. ¿Para quién?

El señor Trump ha iniciado una guerra contra la prensa, contra los migrantes, contra el libre mercado. El señor Trump ha enarbolado la bandera del proteccionismo contra el libre mercado. El señor Trump ha ordenado construir un muro para contener a los impuros, pero solo es su muro, nada más que su muro como el que construyen todos los que por acá, por América Latina, pero desde el otro lado de la orilla, desde un lugar ficticio, porque esas ideas -que parecen ideas- se parecen, pero no alcanzan para doblegar a un espíritu que no soporta los muros.

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