Barack Obama dijo adiós a los estadounidenses tras alertar sobre las amenazas que se ciernen sobre la democracia. En un discurso de 50 minutos en Chicago, reivindicó la inmigración y la innovación como baluartes del espíritu estadounidense.
“Fue en estas calles donde vi el poder de la fe, la dignidad silenciosa de los trabajadores ante la lucha y la pérdida. Aquí es donde aprendí que el cambio solo ocurre cuando la gente normal se involucra, se compromete y se une para reclamarlo”, enfatizó.
Cientos de personas hicieron fila desde la mañana para encontrar un buen sitio en el palacio de convenciones donde se celebró el acto, pese a lo lluvioso del día y que la temperatura exploraba la zona bajo cero. En Chicago, Obama fundó la base de su política. El sí se puede (yes, we can), hasta donde se pueda.
“Es ese espíritu el que nos ha hecho una potencia económica, que nos hizo despegar de Kitty Hawk y Cabo Cañaveral; el espíritu que cura enfermedades y pone un ordenador en cada bolsillo, (…) el que nos permitió resistir al fascismo y la tiranía durante la Gran Depresión”.
Obama alertó contra las divisiones. “Si declinamos invertir en los hijos de los inmigrantes solo porque no se parecen a nosotros, reducimos las posibilidades de nuestros hijos”.
Barack Hussein Obama (Honolulu, Hawaï, 1962) se va después de ocho años y sin citar a su sucesor lanzó varios mensajes: defender la democracia, dijo, requiere algo más que el Ejército. “Hemos acabado con la tortura, trabajado por cerrar Guantánamo”.
El pronto expresidente dijo que aún queda mucho trabajo por hacer, en la distribución de la riqueza o en la convivencia: “Después de salir elegido, se habló de una América post-racial. Esa visión, aunque bienintencionada, nunca fue realista. La raza sigue una fuerza potente y divisiva en nuestra sociedad”.
Obama reivindicó el trono mundial de Estados Unidos. “Seguimos siendo el país más rico, poderoso y respetado de la tierra. Nuestra juventud y nuestra dirección, nuestra diversidad y apertura, y nuestra ilimitada capacidad para la reinvención nos dice que el futuro debería ser nuestro”.
Y concluyó con un llamado a creer. “Les pido que crean. No en mi capacidad para cambiar, sino la de ustedes. Que conserven la idea de nuestros padres fundadores, la idea que susurraron los esclavos y abolicionistas, el espíritu de los inmigrantes y los que lucharon por la justicia, la creencia en el corazón de cada estadounidense cuya historia no se ha escrito aún. Sí se puede”.