A mí me gusta en economía, por principios, siempre empezar con una definición de lo que estamos hablando y a partir de la definición ir construyendo líneas paralelas de hacia dónde estamos llegando. Lo más divertido de todo es que no sabemos de lo que estamos hablando, porque creo que todos podemos decir que estamos hablando del Tratado Comercial o Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, pero nos dicen de un lado y otro esto no es un Tratado de Libre Comercio.
Bueno, no es un Tratado de Libre Comercio, pero tiene plumas y pone huevos, o sea se lo puede llamar de la forma que sea, pero sigue siendo lo que es.
Al final, en este país hemos tenido durante los últimos 10 años una discusión pública sobre algo que la historia del pensamiento económico resolvió hace 200 años, y es si el libre comercio es positivo o no es positivo, y por eso llevamos 10 años de retraso sobre todo lo demás.
Estamos hablando y celebrando, y creo que hay mucho por celebrar, de un Tratado de Libre Comercio que podíamos haberlo tenido exactamente igual que Colombia y Perú hace ocho años, y no lo teníamos por una razón y solo una, por los caprichos del señor presidente Rafael Vicente Correa Delgado, que decidió no firmar en su momento. Ese el único motivo por el que ahora estamos hablando de esto ahora.
Soy profesor de economía y para uno es muy difícil desafiar a mis alumnos a que encuentren algún economista de prestigio que no hable a favor de los tratados de libre comercio. Efectivamente existe uno, el señor Chang, el más admirado por el señor presidente Rafael Vicente Correa Delgado, pero todos los demás economistas de prestigio saben que los tratados de libre comercio o el libre comercio fomentan el libre comercio, y no podemos extrañarnos de esto, porque la historia y la teoría lo demuestran; sin embargo, llevamos ocho años con una política exterior que podemos llamarla entre extravagante y extraña. Esta consiste en que el ministro de Asuntos Exteriores va firmando tratados que no sirven para nada: Kazajistán, Bielorrusia. (…) Están muy bien, pero mis alumnos apenas se saben la capital de ninguno de estos países, lo aprenden de repente. Y dónde estará Bielorrusia, dónde estará Kazajistán, países con los que Ecuador firma tratados de libre comercio que no sirven para absolutamente nada.
Ahora por fin hemos firmado un tratado con la Unión Europea que es una democracia, es un sistema de 28 democracias, pero hay algo que todavía no hemos dicho. El tratado no está ratificado y en este tratado tenemos un peligro muy grande y es el artículo 3 del Tratado de Bruselas del que no he oído hablar a nadie hablar.
Ecuador no respeta los Derechos Humanos y es muy probable que al pasar este Tratado por el Parlamento Europeo muchos parlamentarios digan que no quieren firmar un tratado con alguien que no fomenta la libertad de expresión, que no fomenta el buen trato a las mujeres, que no fomenta la democracia, que no tiene un comité nacional electoral independiente. Y muchos Europeos se toman la democracia en serio, y puede que no pasen este Tratado. Y no les podemos culpar porque estarán defendiéndonos de nosotros mismos, estarán defendiendo nuestra democracia, algo que no tantos hacen en Ecuador.
La verdad es que yo soy muy partidario de los tratados de libre comercio y del libre comercio, soy tan partidario del libre comercio que me vine a vivir a un país distinto. Me encanta el intercambio, pero tenemos que decir que Ecuador tiene o esta oportunidad o la catástrofe. Perdimos la oportunidad de firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos porque a Rafael Vicente Correa Delgado no le dio la real gana, no hay ningún otro motivo, pero ahora ha llegado el señor Trump y va a ser mucho muy difícil hacerlo. Además, hemos perdido el tren de incorporarnos a la Alianza del Pacifico que es el proyecto más ilusionante, más bonito y más esperanzador que habido en América Latina en décadas. Están México, Colombia, Perú, Chile, pero ahí hay un agujero negro que es Ecuador que no ha decidido incorporarse. Ojalá Ecuador decida.
Evidentemente un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea abre oportunidades a las empresas ecuatorianas a uno de los mayores mercados del mundo y, claro, también hay un montón de oportunidades para los consumidores ecuatorianos, porque normalmente hablamos de los tratados de libre comercio como si fuese una cosa de que lo que exportamos ganamos y lo que importamos vendemos.
Yo no exporto absolutamente nada, yo consumo mucho producto importado. Yo gano en el vino. que es lo que más gusta, y estará desde el 1 de enero con muchísimo menos arancel; yo gano porque el whisky escocés estará con muchísimo menos arancel. Luego, no es ganadores por lo que exportamos y perdedores por lo que importamos. Es ganar-ganar. Yo gano cuando vendo a otra persona y gano cuando compro a otra persona. Es ganar-ganar y además no solo tenemos productos finales. Esa es una manera bastante anticuada de ver la economía. Lo más importante de un tratado como este es ver la producción intermedia.
La retórica de que cuando yo exporto gano y cuando importo pierdo está basada en un idea bastante anticuada sobre lo que es la balanza comercial. Yo abogo por abandonar la idea de balanza comercial y empezar a hablar de apertura comercial; es decir, cuando exporto gano y cuando importo gano. En el intercambio es donde gano.
Mi querida asistente Samanta ha hecho los datos de la apertura comercial para los tres bloques. Ecuador tiene un índice de apertura comercial del 45%, regular; la Unión Europea del 65%, el 50% más; Chile que está a medio camino tiene el 55 por ciento; es decir, Chile sí se ha tomado la apertura comercial en serio.
Una segunda parte del debate nos habla de la dolarización como un problema para el libre comercio. Yo la verdad no lo entiendo, yo les voy a hablar de la dolarización, de cómo tenemos que conseguir que los dólares no salgan de la economía. Esto más o menos es como cuando uno tiene una relación. Hay dos maneras de conseguir eso: cerrando las puertas para que se quede en la casa o seguir seduciéndola para convencerla de que se quede en la casa.
Lo que tenemos que hacer es NO impedir que salgan los dólares sino atraer nuevos dólares y solo atraemos nuevos dólares con mucho más inversión extranjera directa y fomento de la inversión extranjera directa. Con impedir las importaciones no ganamos nada, solo perdemos. Tenemos que fomentar que entren los dólares seduciéndoles no obligándoles, porque eso es exactamente hacer lo contrario.
Los argumentos por los cuales un país dolarizado tiene que protegerse no tiene mayor sustento teórico. Lo mismo me da que tener una moneda que tener otra, a no ser que se quiera luego llevar a inflación todos los déficits comerciales. Eso no es una solución, eso es solo empeorar los problemas, y creo que hasta ahora he hablado mucho de lo que tiene de positivo los tratados de libre comercio.
Y claro que hay que hay perdedores en un Tratado de Libre Comercio. ¿Y saben? Me alegro de que pierdan, porque los perdedores son empresas ineficientes, que tienen un mercado cautivo y creen que Ecuador es la hacienda donde venden sus productos e impiden que los consumidores ecuatorianos fomentemos la competitividad y competencia comprando a otras personas. Me alegro de que pierdan, lo digo con todas las letras y sé que no es muy popular decirlo. Entonces aquí los que pierden son los que llevan décadas creyéndose que esto es una hacienda particular, y no me da ninguna pena. Lo que tenemos que empezar a hacer es creer que nosotros como consumidores también tenemos derechos, también somos soberanos y también tenemos el poder de elegir a que empresa o qué producto queremos comprar.
Pero aquellos que sí me dan pena son aquellos pequeños productores ecuatorianos que son profundamente ineficientes. Y, hay que decirlo, la economía ecuatoriana es profundamente ineficiente.
El Ministerio de Producción me invitó a su feria de emprendimiento y fue patético, no había un puesto en que yo haya dicho: Este negocio tiene oportunidades de vender en Europa a nivel masivo, ni uno. La feria de emprendimiento de la Universidad San Francisco tenía mejores ideas y mejores propuestas; es decir, tenemos un problema grave porque nuestras pequeñas empresas no tienen estándares internacionales y para vender a la Unión Europea no solo es arancel, es calidad, es producto, son normas fitosanitarias, son estándares internacionales y no nos hemos acostumbrado a competir en el mundo. Y como no nos hemos acostumbrado a competir somos incompetentes y esa es la realidad. Y hasta que no miremos la realidad de cara a cara, no empezaremos a mejorar.
Ahora, ¿qué tenemos que hacer para mejorar? Lo primero es abandonar toda pretensión planificadora. Que desde el Senplades o desde el Ministerio “X” decidan qué caballos ganadores o qué productos vamos a exportar. Quienes saben de negocios son los empresarios, porque ellos se juegan su dinero y además conocen la competencia. Todos los planes de exportación de todas las agencias del mundo son grandes fracasos. Chile se hizo rico exportando cobre y ningún plan de exportación de Chile pasaba por exportar cobre. Cobre y vino, curiosamente dos productos primarios. Nadie les apostaba a los productos primarios. Una de las mayores empresas de Suiza es Nestlé que vende alimentos, productos primarios. Dejemos en libertad a los empresarios para decidir en qué somos buenos, porque ellos sí conocen su producto y sí saben lo que tenemos que hacer.
Y ahora los perdedores del Tratado de Libre Comercio. Por si alguien no se ha enterado yo soy liberal, a mí me gustan los tratados de libre comercio y un Tratado de Libre Comercio en mi opinión tiene cuatro palabras: “A partir de mañana exportamos libremente”. Ya está, por mi lo firmaba así, a partir de mañana exportamos libremente, no hace falta más.
La embajadora de Unión Europea me dijo que el Tratado tenía dos mil páginas y, en mi opinión, es muy tibio. Por ejemplo, por qué dar un plazo de 17 años para importar quesos maduros, yo quiero comprar quesos maduros mañana y me lo prohíben durante 17 años. Siete años que debemos seguir pagando por los carros el doble de precio de lo que se pagan en el resto del mundo. Y yo quiero comprarme un carro mañana a precio de país europeo. Y lo peor no es que los carros sean caros es que el Ecuador es mucho más pobre que la Unión Europea y tiene los carros al doble de precio; es decir, encima de perro sarnoso, apaleado; encima de malo, peor. Yo quiero un Tratado de Libre Comercio absoluto y total desde mañana, pero tenemos que reconocer las cosas, eso no es la solución a los problemas de Ecuador.
Ecuador es una economía pequeña, pobre e ineficiente, entonces a ver si vemos algunos datos y nos enteramos en dónde estamos. Ecuador, según el Global Competitiveness Index, no es competitivo. Ecuador sigue siendo una de las economías en la que es más difícil hacer negocios, según el índice Tourism Business. El país 113 del mundo, sigue siendo un lugar sin seguridad jurídica. Y sorprendentemente sigue teniendo salvaguardias.
Uno no puede firmar un Tratado de Libre Comercio con la mano izquierda y con la derecha seguir guardando las salvaguardias, porque es esquizofrénico. No puede por un lado mantener las salvaguardias y por el otro lado firmar tratados de libre comercio. Luego seguimos teniendo problemas de salvaguardias, seguimos teniendo un problemas con un impuesto a la salida de capitales.
El dinero no hay que retenerlo hay que seducirlo. Es un 5% de impuesto a la salida de capitales y así es imposible que haya inversión extranjera. Seguimos teniendo una de las leyes laborales más ineficientes de América Latina, y eso que América Latina tiene la red más ineficiente del mundo. Seguimos teniendo unas pésimas infraestructuras. Me podrán decir que tenemos carreteras, pero para el libre comercio hacen falta dos carreteras que no existen: una que vaya de cuatro carriles Quito-Colombia y una que vaya de cuatro carriles Quito-Perú. Y tampoco tenemos una gran carretera Guayaquil-Quito para articular al país.
Así que mantenemos unos altos costes de energía, altos impuestos, no tenemos un cambio de la matriz productiva. No. Ecuador no cambio, o al menos no cambio a mejor. No me sigan vendiendo propaganda, porque en todos los índices de competitividad la economía ecuatoriana están en los últimos lugares del mundo.
Para terminar, tenemos que reconocer la verdad, mirarnos al espejo desnudos y ver cuál es nuestra realidad. No maquillados, desnudos. Y la realidad es que Ecuador es un país pequeño que apenas tiene 16 millones de personas, de 30 media, con 6 mil dólares de renta per cápita.
Este no es el paraíso terrenal al que cualquier multinacional quiera entrar. No lo es. Y como somos pequeños y de renta media tenemos que atraer a las multinacionales y no lo estamos haciendo. Hacemos exactamente al contrario, las estamos criticando, apaleando, y poniendo dificultades. Así que si realmente queremos saber dónde estamos parados, tenemos que saber que encima de nosotros están Colombia, que hace años le apostó -aunque no me gusta la palabra porque apostar es como que algo es incierto- al libre comercio; tenemos a Perú que hace quince años lleva firmando tratados de libre comercio y nosotros todavía estamos creyendo en el socialismo del siglo XXI, en la revolución ciudadana y así solo vamos para atrás. Cada vez más pobres.
Como conclusión, celebro este tibio Tratado de Libre Comercio como un paso adelante, aunque no sea el gran paso que me gustaría, pero no creamos que esto soluciona ninguno de nuestros problemas. Puede ser un paso adelante pero nos quedan muchísimos por dar. Un Tratado de Libre Comercio no soluciona una economía ineficiente.