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El nido de los espías rusos en Estados Unidos era una vieja mansión de 49 habitaciones

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La expulsión de 35 espías rusos de Estados Unidos por parte del presidente Barack Obama ha dejado abierta una trama de misterio, sobre todo con el anuncio del cierre de dos complejos rusos ubicados en Maryland y Nueva York, dos lujosas mansiones consideradas el ‘nido de los espías’ que Moscú utilizaba para sus operaciones de inteligencia.

La de Long Island es un verdadero castillo de propiedad rusa, edificada en 1912, con 49 habitaciones y un entorno aterrador, escondida entre arbustos y casi abandonada.

El complejo está ubicado en Glen Cove fue el hogar del industrial George du Pont Pratt. Desde fuera se la nota deshabitada y solo resguardada por unos cuantos cuidadores rusos. La casa permanece protegida por una reja metálica y una espesa maleza obstruye la vista a la mitad inferior de la casa.

El gobierno ruso ha sido dueño de la finca desde los días de la Unión Soviética. En 1982, funcionarios de la administración Reagan dijeron que los rusos estaban usando la mansión para llevar a cabo vigilancia electrónica de las industrias de defensa y tecnología de Long Island.

El consejo municipal de Glen Cove llegó a prohibir a los rusos obtener las calcomanías que garantizaban el estacionamiento gratuito en la playa.

El otro complejo ruso está en Maryland. Tiene varios edificios frente al río Corsica en Centreville que incluye una mansión de ladrillo de tres pisos, según Clarín. Durante mucho tiempo ha sido un refugio para el embajador de Rusia en Washington. Cuenta con una piscina, un campo de fútbol y canchas de tenis iluminadas.

La propiedad ha sido utilizada en multitud de ocasiones como un retiro de fin de semana y que a menudo se han visto niños, familias y autobuses que se dirigían a la finca. A menudo se organizaban fiestas.

El gobierno ruso se quedó con la propiedad aún después del colapso de la URSS.

Según The New York Times, las relaciones entre los rusos de visita en Maryland y los vecinos han sido plácidas, a pesar de que no siempre los rusos siguieron las costumbres de los locales.

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