La ruina de un país se produce por la quiebra de sus instituciones; las que todos pueden ver como la corrupción generalizada o por otras que pocos llegan a comprender como el manejo de la banca y en Ecuador estamos viviendo la perversión del sistema bancario precisamente en los tiempos más difíciles para el país.
Sé que no es popular hablar bien de los bancos, ni entre los ciudadanos y menos entre los economistas austriacos, pero en el caso del sistema financiero ecuatoriano nos encontramos con un caso paradigmático yo sostengo (y mi admirado colega Santiago Gangotena creo que lo podrá argumentar mejor que yo brevemente en un paper) que el sistema financiero ecuatoriano ha funcionado como un proxy de un sistema de banca libre (free banking) desde la dolarización.
El mismo sistema bancario que quebró en el año 1999, con los mismos agentes, en pocos años ha sido un sistema razonablemente competitivo (a pesar de no permitirse la llegada de la banca extranjera a Ecuador), y sobre todo, con unos altísimos coeficientes de reserva ya que no se contaba con un prestamista de última instancia y los bancos que sobrevivieron asumieron su responsabilidad (como me dijo gráficamente un banquero ecuatoriano: “Ser banquero en el año 1999 era como estar en una balacera dentro de un ascensor, si sobreviviste aprendiste la lección”).
Pues bien, de las pocas cosas que funcionaban bien en Ecuador, y que a mí me parecían un modelo para el mundo, era el sistema financiero sin banco central que ejerciese de prestamista de última instancia y es precisamente sobre esto lo que más ha legislado el gobierno en los últimos dos años, muchos sospechamos que le está dando una bofetada a Guillermo Lasso en el cachete de todos los ecuatorianos.
Para empezar habría que cuestionarse la mera existencia de un Banco Central en un sistema dolarizado. Yo soy un firme partidario de su eliminación. Pero una vez que existe, puede ejercer como “clearing house” o como “garante”, esto es, recogiendo los “encajes” de los bancos comerciales para garantizar que en el caso de ciertos problemas financieros de alguno de ellos el conjunto del sistema pueda pasar una situación de tensión (por usar los eufemismos habituales en estos casos) se puedan usar esos recursos para refinanciar al banco que tenga problemas. De este modo el Banco Central recogería parte del coeficiente de caja de los bancos comerciales y lo resguarda para que en caso de dificultades financieras de algún banco se pudieran usar esos recursos.
Bueno, pues durante este 2016 el Banco Central, de manera ilegítima y peligrosísima, está utilizando ese encaje bancario para prestárselo al Gobierno de Ecuador, que como todo el mundo sabe es un deudor de alto riesgo, y por eso los mercados internacionales le exigen tan altos tipos de interés (hasta el 10,5% anual). Es decir, el dinero que más resguardado debería estar de todo el sistema, pues es aquel que precisamente se “guarda” en el Banco Central para que en caso de necesidad de algún banco comercial o del conjunto del sistema financiero se pudiera usar, es precisamente el dinero que el Banco Central está usando para prestar al gobierno. Es evidente que si hubiese alguna situación de riesgo de dificultad en algún banco comercial -algo que en época de crisis, por desgracia, suele ser habitual- ese dinero ya no serviría para su función designada y por tanto el sistema financiero es hoy en día más inseguro de lo que era.
La Asociación de Bancos Privados del Ecuador ha emitido un muy acertado comunicado denunciando estas medidas. Una de las más alarmantes -para mí- es la de unir los sistemas de garantías de las cooperativas con las de los bancos. Hace falta urgentemente (de hecho hacía falta que estuviese mucho mejor dotado desde hace años) un buen fondo de garantía (o “encaje”) de las cooperativas, pero evidentemente este fondo ha de estar dotado con los dineros de las cooperativas y no del sistema bancario, para crear “barreras” que impidan contaminar riesgos de un sistema a otro (y son dos sistemas distintos el bancario y el cooperativista tanto por su propia naturaleza como por su legislación como por sus fines).
En conclusión, las medidas “técnicas” del Banco Central más bien parecen medias políticas desesperadas destinadas a conseguir más liquidez para el gobierno de Ecuador, lo que es un atentado gravísimo, no sólo contra los principios lógicos y económicos que fundamentan la mera existencia del encaje, sino contra los depositantes del sistema financiero ecuatoriano, pues es con sus dineros con los que se está financiando al gobierno.
Así que, una vez más, repito algo que a nadie puede sorprender viniendo de un economista austriaco: CERREMOS EL BANCO CENTRAL DE ECUADOR, sería mejor para todos y nos evitaríamos estos riesgos regulatorios
…y aunque pueda parecer sorprendente para un economista austriaco como soy yo: apoyemos a los banqueros ecuatorianos, que han sido, y siguen siendo, sorprendentemente (para los estándares de la banca internacional) responsables con nuestro dinero depositado, demostrando que el free banking podría funcionar.