El canciller Guillaume Long ha asegurado que Ecuador sigue con las puertas abiertas para la instalación de la primera mesa de diálogo público entre el Gobierno de Colombia y el grupo armado del Ejército de Liberación Nacional (ELN). La insistencia sorprende, porque fue un fuerte papelón el que hizo el país al anunciar con bombos y platillos la instalación de esas mesas a sabiendas de que había una condición previa que el ELN no había cumplido, la liberación del congresista Odín Sánchez.
Y se mantiene esa posición después del de que el jefe negociador del grupo armado asegurara que ellos, al igual que el Gobierno elegido en las urnas, debían cobrar impuestos.
Cobrar impuestos con crímenes ruines comos los secuestros. El ELN tiene una larga tradición en esos delitos de los que han sido víctimas también ecuatorianos. No se sabe cuántos rehenes tiene ahora en su poder.
El jefe negociador del Gobierno había dicho antes de los anuncios del inicio de las negociaciones que los compromisos establecidos por los equipos en la última ronda en Caracas, fueron precisos para ambas partes, la liberación efectiva del excongresista.
El riesgo para Ecuador de entrar como garante y facilitador de los diálogos es grande, porque tiene en su frontera al grupo irregular armado. De ahí que sorprende la insistencia en unas negociaciones estancadas por culpa del ELN.
Ecuador lo primero que debería hacer es reclamar, como todo el mundo, la liberación inmediata de todos los secuestrados en manos de los grupos armados. Eso es algo de sentido común, sobre todo porque el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha vuelto a reiterar que las negociaciones con el ELN no se iniciarán hasta la liberación de Odín Sánchez Montes de Oca, secuestrado hace seis meses.
El Gobierno de Ecuador debe entender que está acompañando más al Gobierno de Colombia que intenta desarmar a un grupo armado que vive del secuestro y la guerra.