La Fiscalía brasileña acusó al expresidente Luiz Inácio Lula de Silva de montar el Mensalao, una red de sobornos a legisladores a cambio de apoyo, y el Petrolao, versión ampliada de desvió fondos de Petrobras. Los indicios muestran, había dicho el fiscal, la “continuidad de un único e inmenso esquema delictivo” que convirtió a la democracia del gigante latinoamericano en una ‘sobornocracia’, un sistema masivo de desvío de fondos.
Ahora Marcelo Odebrecht, expresidente ejecutivo de la constructora Odebrecht, salió a corroborar esas investigaciones. Según sus declaraciones, él personalmente había entregado a Lula más de dos millones de dólares en efectivo a Lula por sobornos para conseguir contratos en la estatal petrolera más importante del continente.
Marcelo Odebrecht, quien fue condenado a pagar 19 años de prisión por la red de corrupción en la petrolera brasileña, dijo que la mayoría de las transferencias se hicieron cuando Lula ya había abandonado el Palacio de Planalto, sobre todo entre 2012 y 2013. Los investigadores del ‘Lava Jato’ explicaron que Lula recibió el efectivo a través de lo que llamaron el “método clásico” de la práctica corrupta.
Bolsas de dinero, una imagen que se ha vuelto recurrente. Primero fue en Argentina donde un exalto funcionario del kirchnerismo fue encontrado tratando de ocultar esas bolsas de dinero en un convento; ahora es en Ecuador, donde exaltos funcionarios del Gobierno fueron detenidos con miles y miles de dólares ocultos hasta en cielos rasos falsos de sus casas, producto de la corrupción en la petrolera estatal Petroecuador, según las investigaciones.
¿Hasta dónde llega la ambición? Difícil saberlo. ¿Cuánto dinero se repartió en sobornos? También resulta complicado saberlo. Fueron millones de dólares en contratos que iban a beneficiar al país por la repotenciación de una Refinería que iba a ahorrar millones al país. El discurso contra la realidad, una realidad ionesca, absurda.