El triunfo de Donald Trump realmente sorprende si nos fijamos en las encuestas de quienes daban una cómoda victoria a Hillary Clinton, pero no sorprende si analizamos la estructura y la conformación social de los Estados Unidos. En alguna medida el triunfo de Trump es un voto rechazo. Si bien Trump, entre comillas, es un representante de los republicanos, es un outsider total; es alguien que viene de fuera del sector político, un empresario de éxito, que ha cimentado su campaña y su éxito en los problemas que sufre la mayoría de la sociedad estadounidense, con una clase política muy corrupta, centralizada y un nivel de educación muy bajo.
El triunfo de Trump es un voto rechazo al sistema, al establishment político de los Estados Unidos, el segundo país con menos nivel cultural y educativo de los países desarrollados del planeta; un país que ha demostrado un alto nivel de machismo y una misoginia muy grande.
El triunfo de Trump también mostró un voto latino dividido porque si bien fue mayoritario para Clinton, también lo fue para Trump en menor medida.
El discurso de Trump en esta campaña fue un discurso de marketing político, porque él sabe que sería imposible llevar de vuelta a Estados Unidos a empresas que producen tecnología en China con salarios de 140 dólares mensuales, porque no podrían competir pagando salarios mínimos de dos mil dólares mensuales en Estados Unidos.
Eso no va a funcionar así. Fue un discurso de estrategia política, porque la realidad es otra. Es verdad que Trump impulsará cambios, pero para fortalecer la industria local, las que son emblemáticas de los Estados Unidos, como la de los vehículos; también es indudable que habrá mucha más inversión en tecnología y muchísimo dinero destinado a lo que es defensa. Pero hasta ahí.
Así que, aparte de eso que se ha dicho sobre la migración, no esperaría grandes golpes contra Latinoamérica o el mundo en general. Eso fue parte de la campaña y él ganó esta elección, porque otra cosa es quedar al mando del país más fuerte del mundo.
En el tema de la migración, es absurdo pensar que injusta e ilegalmente va a enviar de vuelta a su país de origen 11 millones de migrantes mexicanos. No es así, porque los estadounidenses no van a ir nuevamente a cosechar frutilla o, naranja en California. Es decir, fue un discurso político enmarcado y enraizado en el bajo nivel cultural norteamericano.
La cuestión laboral es algo que en cambio siempre ha preocupado a los republicanos, pero en el tema de la regularización; es decir, antes de que la gente llegue a pisar territorio estadounidense, mientras que los demócratas han tratado de arreglar la situación migratoria una vez que los migrantes ya estaban ahí.
No hay que olvidar, además, que los gobiernos republicanos siempre han sido más abiertos a las políticas de libre comercio, a permitir que entren más proyectos, a los tratados de libre comercio y a la relación directa con los productores, porque esas políticas les benefician a ellos. Nosotros hemos sido productores de materias primas, ellos tienen la parte industrial. Ellos siempre han sido más abiertos.
La cooperación en proyectos de desarrollo siempre ha sido más grande con los gobiernos republicanos que con los demócratas. Basta con leer en la página web de USAID cuáles han sido las cooperaciones durante períodos republicanos y cuáles en los períodos demócratas.
Hay que recordar una cosa, además, a Latinoamérica siempre le ha ido mucho mejor con los republicanos en el poder que con los demócratas, en todos los gobiernos. Los demócratas no han sido tradicionalmente abiertos al libre comercio, los republicanos sí, y eso significa mejores mercados para nosotros.
Así que no veo ningún gran diluvio en el panorama, porque, en primer lugar, Donald Trump no tiene capacidad para hacer cambios drásticos que afecten a Latinoamérica, por ejemplo, es una región que ha fortalecido mucho su economía en estos últimos 10 años, ha diversificado mucho sus mercados aunque Estados Unidos sigue siendo su principal mercado en productos petroleros y no petroleros, sobre todo, porque México, Venezuela, Ecuador y Brasil son países exportadores de petróleo.
En segundo lugar, las economías de la región han generado matrices de producción con mercados más sólidos internamente, el ecuatoriano tiene mayor capacidad de pago que tenía hace 10 años, el chileno mucho más, al igual que el peruano. Tal vez el colombiano no tanto. Y Brasil, a pesar de los problemas, es un continente que, sobre todo, ha mirado económicamente muchísimo hacia Europa.
Así que no hay ningún diluvio al frente con Trump en la Casa Blanca, todos los vaticinios funestos son solo eso, de los agoreros de mala fe. Basta mirar los mercados, los indicadores de sectores industriales en el mundo no se han visto afectados. Es absurdo pensar ahora en un efecto tequila de la época de los ochenta, porque además estamos hablando de un presidente electo, no en funciones.