Cuando la economía de los países tiende a depender, en mayor grado, de los ingresos de una sola fuente proveniente de la exportación de algún tipo de materia prima, el riesgo de sufrir shocks externos aumenta considerablemente; en el caso ecuatoriano, en estos momentos, ya se está viviendo esa situación; de ahí la necesidad de incentivar –producto de la cooperación y acción público y privada– un modelo de transformación productiva que privilegie la diversificación de las fuentes de ingresos de recursos financieros, es decir promueva actividades productivas diversas y con una alta orientación hacia su participación en los mercados del exterior.
Esta exigencia se vuelve mayor, cuando en países, como el Ecuador, se tiene en vigencia un modelo monetario bastante rígido como es el de la dolarización, en donde el gobierno de turno de forma soberana no puede devaluar su moneda para afrontar los efectos de la devaluación monetaria ocurrida en países con los cuales se mantienen relaciones comerciales permanentes.
Ahora claro, el cumplimiento de esta exigencia, no se lo alcanza de la noche a la mañana, es un proceso estratégico de mediano y largo plazo que requiere de la voluntad y, sobre todo, de la decisión y acción política de quienes gobiernan, en su momento, al país. En el caso del gobierno de la Revolución Ciudadana, este ha tenido el tiempo –alrededor de 10 años–, los recursos y la capacidad de incidir políticamente para que la diversificación productiva –con una fuerte orientación hacia su internacionalización–haya sido el gran antídoto para contrarrestar los efectos negativos de la caída estrepitosa de los precios de productos de exportación como el petróleo; logrando, de esa manera, un escenario económico-productivo en donde la consecución de los objetivos de financiamiento fiscal y de protección a la dolarización estaría intacta o ligeramente afectada, es decir, desde la óptica del pensamiento y acción proactiva, cuando se tienen las medidas de protección debidamente creadas, en períodos anteriores, se evita la presencia del virus dejar todo para último momento que, generalmente, tiende a obligar a los gobiernos a entrar en la fijación permanente de medidas urgentes, poco estudiadas y con impactos que, en varios de los casos, son diferentes a los positivamente esperados.
Por estas razones el que un país insista en una economía extractivista, a lo único que conducirá es a incrementar la dependencia de las rentas petroleras y a aumentar la vulnerabilidad vinculada a la protección del medio ambiente natural, ya que los nuevos pozos petroleros, identificados como factibles de producción –pensando en el Ecuador–, en su mayoría, están ubicados dentro o muy cerca de reservas naturales que, con la existencia de una buena política de fomento y diversificación productiva, más bien podrían haber sido convertidas en polos de desarrollo de actividades alternativas y con alto poder de generación de divisas como es el caso del ecoturismo, es decir aquella actividad que, enmarcada en los principios del desarrollo sostenible, permita potenciar al máximo la riqueza en flora, fauna, cultura y paisaje presente en esas zonas naturales que tienden a ser muy apetecidas para las actividades extractivistas; siendo una de ellas el Parque Nacional Yasuní.
Por último, como siempre se ha venido insistiendo, la clave, para lograr disminuir las tentaciones de propuestas de última hora y con altas dosis de emergencia reactiva y contrarias a los principios del desarrollo sostenible, es dinamizar con incentivos sistémicos al aparato productivo nacional, enfatizando –por la realidad de la producción nacional– en lo que se puede lograr cuando se mejora, de forma real, la competitividad del sector de la micro, pequeña y mediana empresa (MIPYME). Solo por citar un ejemplo, si las pyme manufactureras se potencian y se internacionalizan –en mayor grado–, podrían ser altas generadoras de divisas gracias a la disponibilidad de capacidad productiva actual –en promedio trabajan ocho horas diarias y cinco días a la semana– y a la presencia de oportunidades para hacer negocios internacionales por un lado, en el mercado de países del propio continente –según estudio realizado entre la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) y el Observatorio de la PyME de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, las PyME ecuatorianas podrían incrementar sus exportaciones, en mercados de la región, en alrededor de USD 560 millones– y, por otro, en el mercado de Europa producto de la cercana firma del acuerdo comercial con la Unión Europea.