La economía, la discriminación racial y la credibilidad de ambos para liderar la primera potencia mundial fue el centro del primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump. Según diario El País, ninguno cometió errores de bulto ni hubo ninguna salida de tono mayúscula.
Trump pudo contenerse cuando Clinton le puso a la defensiva al cuestionar sus credenciales como empresario, acusarle de racismo y poner en duda su temperamento para ser comandante en jefe.
Cada uno expuso sus credenciales, sin salirse del guión: Clinton, sin perder los nervios, sonriente y haciendo gala de su larga experiencia política. Trump, como un hombre de mensajes claros y sencillo sobre el libre comercio, el crimen o la política exterior que llegan a su electorado.
“Ella tiene experiencia, pero es una mala experiencia”, dijo Trump al final del debate, después de que Clinton exhibiese su trayectoria como secretaria de Estado para contrastarla con el magro currículum del republicano.
“[El de Trump] no es el temperamento adecuado para ser comandante en jefe”, dijo Clinton en otro momento, tras contrastar sus esfuerzos para alcanzar un acuerdo diplomático con Irán con las bravatas de Trump ante los iraníes.
Ella le llamaba a él Donald. Él alternó entre “secretaria Clinton” y “Hillary”. Él aparecía crispado y serio; ella, con una sonrisa condescendiente, como si su oponente fuese un niño travieso y ella su madre o profesora, destaca diario El País. (I)