Rusia deja de reinar en el ajedrez. En la Olimpiada de Bakú solo ha conseguido el bronce y sus enemigos políticos, Estados Unidos y Ucrania se llevan el oro y la plata. Para colmo, uno de los opositores más radicales de Vladímir Putin, el excampeón Gari Kaspárov, residente en Nueva York desde 2013, ha copatrocinado a los campeones y desarrolla en Estados Unidos un sistema de captación de talentos similar al que convirtió a la URSS en el paraíso del deporte mental.
El veterano capitán de los norteamericanos, John Donaldson, explicó así las claves de este éxito histórico (es el primer oro para EEUU desde 1976, en una edición que la URSS no disputó): “Si sólo tengo que citar una, es la gran inversión del mecenas Rex Sinquefeld en los últimos años para promover el ajedrez en nuestro país de diversas maneras. Pero la Fundación Kaspárov también nos ha patrocinado. Lo ideal ahora sería que entre ambos impliquen a magnates aficionados al ajedrez, como Bill Gates, Paul Allen [ambos, cofundadores de Microsoft] o Peter Thiel [cofundador de PayPal]. En ese caso, la repercusión de esta medalla puede ser tan grande como el triunfo de Bobby Fischer en el Mundial de 1972”.
No pocos aficionados están tildando al nuevo campeón olímpico de “equipo de mercenarios”, en relación a sus tres grandes estrellas, porque solo se fijan en que Fabiano Caruana era italiano hasta 2015, Hikaru Nakamura nació en Japón, y Wesley So en Filipinas. Pero no hay mucha base para esa etiqueta tan despectiva: Caruana nació en Miami, de padre estadounidense y madre italiana, y siempre tuvo la doble nacionalidad hasta que Rex Sinquefeld le convenció (y patrocinó) para que cambiase de bandera y pasaporte; Nakamura emigró a EEUU cuando tenía dos años; y la nacionalización de So, estudiante en la Universidad de Webster (EEUU) desde 2012, fue el final de un duro proceso con graves problemas personales, recuerda El País. (I)