El Reino Unido. La Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido facilita información que, en lo principal y de manera resumida por el autor de este blog, dice lo siguiente:
Límites: el Reino está situado al noroeste de Europa, al norte de Francia y al oeste de los Países Bajos y Dinamarca, en el Océano Atlántico.
Población: 64,6 millones de habitantes, en número casi igual de hombres y mujeres. El Índice de desarrollo humano 2014 es alto: 0,907 (el 14 del mundo) El idioma oficial es el inglés y en Gales, también el galés. La religión es la cristiana (59,5% de la población). La Iglesia Anglicana es la confesión mayoritaria, (en torno al 62% de los cristianos del Reino Unido).
Se divide en cuatro grandes territorios (países): Inglaterra, 54,3 millones de habitantes (84%); Escocia, 5,3 millones (8%); Gales, 3,1 millones (4,8%) e Irlanda del Norte, 1,8 millones (2,8%).
La forma de Estado es la Monarquía Parlamentaria. El Reino Unido no posee una Constitución escrita. Su sistema jurídico está basado en la llamada Common Law (costumbre judicial); pero, existe una tradición de antigua legislación escrita, como es el caso del Habeas Corpus Act (1679), el Act of Settlement (1701), el Act of Union with Scotland (1707), entre otros.
La Jefatura del Estado recae en el Rey (la Reina Isabel II), quien es asimismo cabeza de la Iglesia Anglicana. El poder legislativo es bicameral asimétrico: Cámara de los Comunes (sufragio universal directo basado en el sistema mayoritario) y Cámara de los Lores (no electiva por sufragio universal).
Su capital es Londres (8,63 millones de habitantes) y otras grandes ciudades son: Manchester, Birmingham, Glasgow, Liverpool y Southampton.
La moneda es la Libra esterlina: 1£ = 1,3676 dólares (25/6/16).
El Producto Interno Bruto (PIB) a precios corrientes, fue de 1,66 billones de libras en el año 2012 y de 1,8 millones en el 2014, con tasas de crecimiento anual de 1,2% en 2012, de 2,2% en el 2013 y de 2,9% en el 2014, lo que significa que la situación económica ha ido mejorando, pese a la crisis europea.
La tasa de desempleo ha bajado considerablemente en los años 2012 – 2015, pues en el primero fue de 8,1%, en 2013 registró 7,2%, en el año 2014 se redujo a 5,7% y en el 2015, a diciembre, fue de solo 5,1%, complementándose muy bien con el mejoramiento de la situación económica.
También el PIB por habitante, a precios corrientes, tuvo un importante repunte;
registrando 26.139 libras en 2012, poco más de 27.000 en 2013 y 28.132 libras en el año 2014. Su nivel es de los más altos de Europa y del mundo.
La inversión extranjera directa (IED) neta recibida, en libras, se redujo de 44.596 millones en el 2012 a 27.801 millones en el 2014; mientras que la IED neta emitida, en libras, fue de 27.392 el primer año indicado y registró -79.936 millones de libras, en el año 2014, contrastando con los años anteriores.
Con respecto al comercio exterior, las exportaciones de bienes del año 2015 fueron de 414.302 millones de libras, de las cuales 182.774 millones correspondieron a la Unión Europea (44%), mientras que las importaciones sumaron 558.596 millones de libras, teniendo su origen en la Unión Europea 303.840 millones (54,3%). Es relevante tener en cuenta esta alta dependencia del comercio exterior del Reino Unido con la Unión Europea, porque ese intercambio puede ser el primero en sufrir las consecuencias de la salida. No son importantes los aranceles que se pondrán, porque su promedio difícilmente superará el 5% salvo en muy pocos casos de productos sensibles para la una o la otra parte; pero, en cambio, las restricciones aparecerán de diversa forma, porque habrá desviación del comercio Reino Unido – UE hacia otros destinos o desde otros orígenes, dependiendo de si son exportaciones o importaciones.
Los principales clientes del Reino Unido fueron, en el año 2015, Estados Unidos (14,9%), Alemania (10%), Suiza (7,3%), China (5,9%) y Francia (5,9%). Además, Países Bajos, Irlanda, Bélgica, España e Italia.
Los principales orígenes de las importaciones del Reino Unido fueron, en el año 2015, Alemania (14,8%), China (10%), Estados Unidos (9,25%), Países Bajos (7,5%) y Francia (6,2%). También, Bélgica, España, Italia, Noruega e Irlanda.
El Reino Unido es una nación de gran importancia mundial. Pertenece a la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde tiene poder de veto para decisiones cruciales y es Miembro de la mayoría de las organizaciones filiales; integra la Organización Mundial del Comercio, la Organización del Atlántico Norte (OTAN), la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Grupo de los 8 países de mayor peso político mundial (G-8) y la Comunidad Británica de Naciones, que suma 53 países del mundo, cuyo Jefe de Estado legal es la Reina Isabel II. Además, es sede de diversos organismos de carácter mundial, muy importantes para el comercio internacional. Por lo tanto, el cambio en las relaciones de todo orden, que habrá entre el Reino Unido y la Unión Europea, no solo involucra a esas dos Partes, sino que directa o indirectamente, tiene y tendrá repercusiones fuertes en el equilibrio, si así se puede llamar a la situación actual del mundo, de las relaciones internacionales trascendentes.
El 25 de junio de 2016, el Reino Unido decidió, en referéndum, salir de la Unión Europea (UE), en la que había permanecido por 43 años, desde el principio con un pie adentro y otro afuera, porque aprobó muchas acciones importantes para la Unión, pero no quiso ingresar a la Zona Euro, para continuar utilizando la libra esterlina, símbolo de su poderío tradicional, y tampoco aceptó los términos del Acuerdo de Schengen, por el que varios países de Europa suprimieron los controles migratorios en sus fronteras interiores y los trasladaron a las fronteras exteriores de la Unión Europea.
Esa histórica decisión, tomada en alto porcentaje por las personas mayores de Inglaterra, no por los jóvenes ni por Escocia, ya tiene graves consecuencias políticas, económicas y sociales, y tendrá muchas más con el correr de los días, para todo el mundo y obviamente, para el Ecuador.
Por lo pronto, ha provocado la renuncia del Primer Ministro de Inglaterra; el ya llamado “viernes negro” para las bolsas de los principales mercados europeos, cuyos índices han caído fuertemente; la caída de la libra esterlina y del euro en relación con el dólar; el anuncio del Banco Central Europeo de que intervendrá en el mercado financiero, para sostener la estabilidad de la economía; el anuncio en Escocia de que se podría llamar a referéndum independentista del Reino Unido, para tratar de permanecer en la UE; el envalentonamiento de muchos grupos populistas de otros países europeos, para exigir la salida de la Unión; preocupaciones de los gobiernos de los 27 países que siguen buscando su integración en la UE; incertidumbre de los funcionarios ingleses de los organismos comunitarios, con respecto a su estabilidad y de millones de ingleses que viven en Europa y de cientos de miles de europeos que viven en el Reino Unido, con respecto a su futuro, dado que las normas migratorias y las relaciones de sus países de origen con los demás cambiarán sensiblemente.
La decisión del Reino Unido de abandonar la UE me recordó la decisión de Chile de 1976, de salir del Grupo Andino, después de que fue uno de sus promotores. Igual que ahora, el remezón fue grande en los países y en los organismos de integración, uno de ellos la Junta del Acuerdo de Cartagena.
No solo eso, la salida de Chile fue el inicio del fin de la temporada exitosa que había tenido el Grupo Andino desde 1969, que lo hacían mirar en el mundo como el ejemplo a seguir por los países subdesarrollados, para integrarse y lograr un mejor futuro para sus poblaciones.
En 1980, cuando se hizo la evaluación de los primeros 10 años de la integración andina, las tres personas que coordinamos la elaboración del documento resumen de 10 estudios sectoriales y regionales, decidimos dejar la Junta y lo hicimos casi simultáneamente, porque veíamos que el futuro era poco auspicioso y que los objetivos iniciales no se iban a cumplir, como en efecto sucedió.
La Europa del futuro será muy diferente a la esperada. No solo se va un Miembro de la Unión Europea. Se va uno de los que tiene mayor vigor nacional y más grande importancia internacional y eso les hará perder mucho al que se va y a los que quedan, porque necesariamente deberán cambiar las reglas del juego de la UE hacia el Reino Unido y las internas de la UE para los demás países.
Si la UE se muestra flexible y complaciente con el Reino Unido, pronto habrá otros países que buscarán la puerta de salida, sabiendo que las consecuencias serán menores. Por el bien de Europa, eso no debe suceder.
Pero, como ya se ha mencionado, el Reino Unido no es solo un país, representa un conjunto de relaciones internacionales muy complejo, en el ámbito político y económico, por lo que las decisiones europeas deben ser muy cuidadosas, para no afectar negativamente los intereses superiores regionales y mundiales.
De otra parte, al interior del Reino Unido, una evolución negativa de la economía y/o el deterioro de su presencia internacional, pueden significar el desmembramiento de Escocia, por ejemplo, o una fuerte pérdida de posiciones para los partidos políticos que hablaron antes del referéndum de libertad e independencia, cuando ya no es posible dar marcha atrás.
Para el Ecuador, evidentemente hay varias consecuencias muy importantes.
En primer lugar, la preocupación fundamental de los europeos (gobiernos y organismos comunitarios), no para los próximos meses, sino por lo menos para los dos años siguientes, será el diseño de la llamada “salida ordenada” del Reino Unido de la Unión Europea y todo otro aspecto será dejado de lado, porque los efectos de las medidas a tomar, deberán ser evaluados detenidamente en un campo de acción muy amplio que, dada la profundidad de la integración europea, tiene que ver con numerosos temas, comenzando por la ciudadanía y la migración, y avanzando por el comercio de las Partes, las inversiones, las deudas de unos con otros, el turismo, el poder de los organismos comunitarios, los controles fronterizos y una larga lista de otros aspectos.
En el correr de los días, los parlamentos de los 27 de la UE estarán en primera fila, para discutir y aprobar decenas de nuevas normas o de modificaciones de las existentes. Por lo tanto, es muy posible que no puedan atender la ratificación oportuna del Acuerdo Comercial con el Ecuador, que para este país es vital, pero que para Europa no tiene gran relevancia. La aspiración, naturalmente, es que el proceso en marcha esté bien encarrilado y que por suerte, llegue al fin que el país espera, sin inconvenientes y antes del 31 de diciembre de 2016.
También habrá que sobrellevar la apreciación del dólar y el encarecimiento de las exportaciones nacionales; la concentración del gobierno inglés en resolver sus nuevos problemas; el cambio de las condiciones de vida de los residentes ilegales nacionales en un país que se ha manifestado contrario a la inmigración.
Si no se satisfacen las expectativas nacionales sobre el acuerdo con la UE en este año, será el gobierno el culpable de no haber actuado a tiempo y de haber perdido el tren, no ahora, sino hace varios años, cuando teniendo ya aprobados por los negociadores los términos del acuerdo comercial con la UE, se dio marcha atrás en la Presidencia, sobre la base de una soberanía mal entendida y eventualmente, de la soberbia del pobre que se sacó la lotería y pensó que el dinero le iba a durar para siempre, mientras lo despilfarraba.
El Reino Unido, ahora desunido de la Unión Europea, está cambiando de manera imprevisible su futuro, el de la UE, el del mundo y seguramente el de Ecuador.