Hay tres instituciones que regulan la actividad económica mundial: el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se preocupa por la balanza de pagos de los países y da créditos de liquidez; el Banco Mundial (BM), que está para dar financiamiento de largo plazo; y, la Organización Mundial de Comercio (OMC), que regula el comercio internacional de bienes y servicios y los asuntos de propiedad intelectual vinculados al comercio.
Estas tres instituciones funcionan como la Santísima Trinidad en el área económica. La una está informada por la otra de lo que sucede en los distintos países y actúan en conjunto. Entonces, si una nación hace algo que va en contra de lo que establece la OMC, el FMI o el BM, las otras lo conocen, se preocupan y toman o sugieren acciones.
En ese sentido, estos tres organismos tienen un impacto mundial muy importante. En el caso del Ecuador, se han dado algunas decisiones de gran interés en la política económica, como salvaguardias, préstamos y la firma del Acuerdo Comercial con la Unión Europea. De hecho, eso puede repercutir -y de manera muy grave- si el país se demora mucho en ratificar el Acuerdo, pues no solo se pierde mercado europeo al pagar más impuestos para el ingreso de los productos, sino que el importador cambia de abastecedor y recuperar ese mercado es difícil; el siguiente año se puede dar una situación muy compleja, porque más o menos un millón de personas depende de los productos que se exportan a Europa.
En julio pasado, el FMI aprobó un crédito sin mayores condicionamientos a favor de Ecuador, por USD 364 millones. Se trata de una ayuda que las normas de la organización internacional tienen prevista, para los países que sufren desastres naturales, países que forman parte de este programa, de manera que es parte de sus obligaciones atenderlos.
Sin embargo, en la carta difundida por este organismo, señala que “… las autoridades están comprometidas a reprogramar las prioridades del gasto de capital y a suspender los proyectos de baja prioridad no relacionados con la reconstrucción, en el caso de que se presentaran déficits de financiamiento. Asimismo, han expresado voluntad para adoptar otras medidas vinculadas al ingreso y el gasto, de ser necesarias para lograr una posición fiscal acorde con el financiamiento disponible y evitar incrementar el saldo de atrasos”. De hecho, a Ecuador le va a tocar hacer ciertos ajustes que, por cierto, es difícil que el Gobierno los cumpla, pero hay un nivel de compromiso, sobre todo pensando en que se pueden abrir puertas a futuro, si es que el Ecuador pone en práctica sus expresiones de voluntad.
Sobre este tema hay dos cosas destacables, la una es que el Ministro de Comercio Exterior que negoció exitosamente el tema con la Unión Europea (Francisco Ribadeneira), está ahora en el FMI como delegado de Ecuador y esa es una manera de poner una presencia importante y un buen negociador en Washington (supongo que una tarea suya será el lobby y la otra será negociar los términos de la relación bilateral).
Otro punto es que ya vinieron a Ecuador representantes del FMI en una misión y ahí se realizó un análisis de la situación del país. Producto de ello existe una evaluación que tiene recomendaciones para que el gobierno adopte ciertas políticas. Entonces, por más que el Gobierno diga que no se ha comprometido, ya hay aproximaciones visibles.
La garantía que da el FMI a los países es más importante que el dinero que les pueda prestar, porque es una garantía moral. Al dar su respaldo, todos los otros organismos internacionales con los que está aliado van a entrar a un país sin problema, porque ya hay el aval del Fondo. Y lo mismo pasa con la banca internacional y otros países.
Con la nueva relación que tiene Ecuador con el FMI no puede dejar mucho fuera de los compromisos; evidentemente, en las circunstancias económicas en las que está, al gobierno le va a tocar reducir la planta de empleos públicos y acceder a una política de austeridad, porque más que, una obligación, es que no tiene plata. Entonces, dejará de lado nuevos proyectos que estaba pensando llevar adelante y tendrá que amoldarse a la realidad, no tanto porque el FMI se lo pida, sino porque las circunstancias le obligan.
Por ejemplo, se están construyendo las plataformas gubernamentales, que frente al Presupuesto no es un monto de inversión muy grande, aunque sí es un tema visible que podría dar una mala imagen de gastador a un gobierno que, a pesar de no contar con mucho dinero, construye nuevos edificios. Sin embargo, el financiamiento no es tan significativo como el de otros proyectos que superan los USD 1.000 millones.
Comprometer en este gobierno la construcción de la Refinería del Pacifico, a menos que atrás haya intereses no conocidos, sería una barbaridad técnica y financiera absoluta, pero quizá a alguien que le ofrezcan una tasa de retorno fija -que ya se ha dado en otras ocasiones en este país- donde se da un compromiso de ganancia fija, en ese caso cualquiera que tiene plata dirá que es un buen negocio, porque no le importa lo que pase con la empresa, si va a ganar un porcentaje fijo de utilidades por 20 años o más.
Con respecto a si la relación con el FMI va a seguir y fortalecerse, los que analizamos estos temas no tenemos la información necesaria, que en cierta medida se guarda con mucha reserva. Se sabe que el Ecuador con este organismo internacional tiene la puerta entreabierta, pero no se sabe si esa puerta se abrirá o cerrará totalmente, pues lamentablemente, las circunstancias van a hacer que ciertos compromisos verbales o escritos no puedan ser cumplidos.
Por ejemplo, si el país no atrae divisas, se agotan las que hay y las importaciones son más que las exportaciones, nos podríamos quedar sin dinero y el gobierno tendría que tomar medidas extremas. Es ahí cuando podría entrar en juego el dinero electrónico, si tiene aceptación del público; pues es sospechoso el interés del gobierno porque se lo utilice, ya sea con el incentivos del 4% sobre el IVA o con los pagos que hace de ciertos rubros por esa vía, pues el punto es que, como ya una parte del público tiene ese dinero, hay que gastarlo, se amplía su uso y el Banco Central tiene más dólares físicos.
Por otro lado, la deuda pública del país se sigue aumentando. Al paso que vamos, quizá la deuda sobrepase los USD 50.000 millones hasta el final del actual gobierno. Una de mis tesis es que la crisis no va a ser solo este año o el próximo, sino que se alargará unos 10 años. He vivido dos crisis internacionales, la una en Chile cuando subió al poder Augusto Pinochet en 1973 y estuve en Perú en 1975 cuando subió Francisco Morales Bermúdez y ninguna se solucionó en un año o dos.
Ecuador debe pagar su deuda. Si hacemos el ejercicio con USD 50.000 millones, más un interés del 5% anual y pagos anuales de la décima parte, el valor asciende a unos USD 60.000 millones, sin que se pida más dinero prestado y esto en un escenario positivo.
El problema es más grave si vemos que el Presupuesto del Estado de los próximos años se reducirá y la deuda tendrá mayor peso relativo en las finanzas públicas. Hay que tener en cuenta que la crisis viene desde el 2011. Al revisar la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) desde ese año va en caída y no va a parar hasta el año que viene y más allá. La expectativa es que el precio del crudo estará por los 60 USD en el mejor de los casos. Note que en estos días bajó otra vez el WTI y está al borde de los USD 40.