Icono del sitio Dialoguemos

No son actrices, ¡son costureras de verdad!, el entorno de Karl Lagerfeld, el diseñador de Chanel

Tiempo de lectura: 3 minutos

A las discretas costureras que operan en la retaguardia de los ateliers de las grandes marcas los franceses las llaman petites mains. Sus minúsculas falanges logran convertir en realidad todo lo que surge de la retorcida imaginación de los modistos. Su trabajo es invisible, pero también fundamental. “Sin ellas, la alta costura no existiría”, ha reconocido este martes Karl Lagerfeld.

El diseñador de Chanel, según diario El País, quiso rendir un sentido homenaje a las costureras que integran los cuatro talleres que le acompañan desde su llegada al frente de la marca francesa en 1983: dos dedicados a la sastrería (los llamados tailleur) y otros dos a la confección de los vestidos (que reciben el nombre de flou). Algunas de esas 70 mujeres llevan más de 25 años trabajando para Chanel. “Con Karl [Lagerfeld] estamos a gusto, por eso la mayoría no se marcha. Es un orgullo que hoy se nos preste atención.

Durante la presentación de la colección de alta costura para la temporada de otoño-invierno, esas mujeres salieron de la sombra y se pusieron a trabajar ante el destello de los flashes, en un impresionante decorado erigido dentro del Grand Palais de París, que reproducía los contornos del auténtico taller, situado en la vecina rue Cambon. Mientras los invitados tomaban asiento, zurcidoras y planchadoras sacaban sus cintas y alfileres y se ponían a estudiar sus patrones, sobre un fondo empapelado con esbozos firmados por Lagerfeld. “No son actrices, ¡son costureras de verdad!”, se admiraba Will Smith, sentado junto a la también intérprete Jessica Chastain en el concurrido pase matinal.

Más tarde, en el desfile del mediodía, se les sumaron algunas de las mujeres que encarnan la imagen de Chanel, como Caroline de Maigret, Vanessa Paradis o Inès de la Fressange. “Karl es el primero en reconocer que sus ideas y su talento no serían nada sin estas mujeres capaces de interpretar y ejecutar cosas que, muchas veces, son prácticamente imposibles. Lo que logran hacer es la definición perfecta de la alta costura”, explicaba De la Fressange, para quien ese taller “no ha cambiado en nada desde los años cuarenta”.

Por su parte, Paradis recordaba tras el desfile su primera visita al atelier de Chanel: “A todas las horas del día, uno se encuentra con mujeres trabajando, manos a la obra, preparando la nueva sorpresa de la maison. En el fondo, estas mujeres se parecen a Karl Lagerfeld. Hoy estarán llenas de emoción y de orgullo”.

Sobre ese escenario, Lagerfeld presentó una colección que partió de propuestas llevables para irse sofisticando a medida que avanzaba hacia el final. El mítico traje de tweed, fetiche de la marca y emblema de la mujer preliberada de los cuarenta, estructuró la nueva propuesta del diseñador. Como ya sucedió en su última colección de prêt-a-porter, el diseñador sigue reinventando esa pieza maestra. Esta vez la ha sometido a siluetas ligeramente novedosas, que delimitan chaquetas trapezoidales, pantalones en trompeta y faldas en forma de calabaza. Las hombreras tienen geometrías impropias, como ángulos rectos o en ochava, remitiendo a la forma hexagonal de la propia pasarela.

 

Entre los accesorios, sobresalen largos mitones hasta el codo y aterciopeladascuissardes, esas botas que alcanzan el ecuador del muslo. Los tonos son apagados e invernales: negros degradados hasta alcanzar el gris, añiles desgastados y verdes en oliva oscuro, además de alguna coloración más otoñal, como el marrón, el naranja o el beige. (I)

Salir de la versión móvil