He leído con consternación y preocupación las últimas declaraciones del Señor Diego Martínez, gerente general del Banco Central de Ecuador (su máxima autoridad), donde muestra alarmantes concepciones sobre cuál es la función de un Banco Central.
El profesor Huerta de Soto dice que “el socialismo es un error intelectual” y yo lo hago extensivo a que “la pobreza es consecuencia de errores intelectuales”. Son errores teóricos sobre cómo funciona la economía y la sociedad los que provocan malas políticas. Por eso las ideas importan. Las teorías importan.
La entidad del Banco Central tiene capacidad de afectar gravemente la economía con sus acciones, por eso muchos economistas nos interesamos por la teoría monetaria. Por eso las teorías monetarias importan mucho. Para bien y para mal. Buenas ideas conducen a la prosperidad. Malas ideas conducen a la miseria.
Cuando Miguel Dávila fue gerente general del Banco Central, en el año 2000 , -de sólidos y claros conceptos teóricos monetarios- implementó el cuádruple balance del Banco central (aquí lo explica él mismo) que dejó como legado una de las mayores fortalezas de la dolarización. Por desgracia se abandonó en el año 2007.
Pero el señor Martínez, por el contrario, presenta en esta entrevista tres errores conceptuales que pueden tener gravísimas consecuencias para la economía de Ecuador, errores que se ven corroborados con sus acciones. Acciones que por el momento tienen como consecuencia palpable el preocupante empeoramiento del balance del Banco Central y la pérdida de su credibilidad.
1) Dice que se puede hacer encaje con los depósitos que los bancos privados tienen en el Banco Central. Pero esto es el colmo del encaje, pues esos depósitos ya son fruto de un encaje, ¡Es el encaje del encaje!
Los bancos privados reservan parte de su coeficiente de caja en el Banco Central, pues ahí tienen garantía (en teoría) de que estarán resguardados en caso de que los necesiten si sus clientes quieren retirar más dinero. Es cierto que una parte de ese encaje es legal y parte es voluntario. Y es encomiable que los bancos privados de Ecuador decidan sobrepasar esos límites legales para ofrecer mayores garantías a sus depositantes. Pero conceptualmente los encajes en el Banco Central están ahí por la seguridad que otorga; por ello, no se puede hacer encaje con el encaje, pues entonces el encaje no tiene sentido.
Es evidente que todo depósito de los bancos comerciales en el Central es encaje y que no se puede distinguir en cuanto a su respaldo el legal del voluntario, ya que el mismo Banco Central da el mismo tratamiento a todos en su balance, incluyéndolos en la misma línea contable. Tampoco los bancos privados hacen distinciones en sus balances de qué tanto de lo que tienen depositado en el Banco Central es el encaje legal y cuánto el voluntario, pues asumen que todos tienen el mismo respaldo.
Que no haya un respaldo pleno de los depósitos de la banca privada en el Banco Central supone una debilidad para el sistema financiero generada por el Banco Central.
2) En reiteradas ocasiones el señor Martínez habla del Banco Central como si fuese el banco comercial del Estado y lo compara con el funcionamiento de los bancos comerciales. Pero el Banco Central es jurídica y conceptualmente diferente. Tanto es así que tiene otra legislación (plena de privilegios) y tiene otras responsabilidades, pues su función primordial es servir de garante del sistema financiero.
3) Gran parte de los problemas que causaron la crisis de 1999 en Ecuador provinieron de los “créditos vinculados”. La función de los bancos es “custodiar” los depósitos de los clientes y “canalizar el crédito”. Para cumplir la primera tienen que ser muy cuidadosos con a quién y para qué proyectos otorgan el crédito (pues el dinero no es del banco, sino de los depositantes) ha de ser a personas y proyectos solventes con garantías de devolución.
Durante los años 90 en Ecuador, algunos bancos pertenecían a grupos empresariales, y algunos de los propietarios de los bancos exigían que se otorgue crédito a sus mismas empresas; faltando así a su deber como garantes de los depósitos y empleando el dinero de sus clientes en sus propios fines. Esto tuvo graves consecuencias, pues muchos de esos proyectos eran ruinosos (no habían pasado ningún criterio técnico para que esos créditos sean concedidos) y fueron los depositantes quienes perdieron. Es por ello que la legislación ecuatoriana (con un buen concepto, pero mala aplicación) prohíbe ahora que los propietarios de los bancos estén vinculados a otro negocio.
Pues bien, el Banco Central depende constitucionalmente (art. 303) del Gobierno de Ecuador, ergo tiene que cumplir sus directrices.
Cuando el Banco Central compra bonos del Ministerio de Finanzas o presta al Gobierno (y a día de hoy ya son más de USD 2.800 millones netos) es evidente que no lo hace con bajo criterios técnicos de si ese dinero será devuelto en condiciones y plazos. De hecho, los mercados internacionales le prestan en condiciones mucho más onerosas al Estado ecuatoriano o directamente no le prestan como en esta última semana (y puede achacarse al Brexit… o a que el Gobierno de Ecuador no genera confianza en los mercados internacionales). El Banco Central de Ecuador le presta al Gobierno de Ecuador pues está obligado a cumplir las políticas económicas del gobierno, relegando así los criterios técnicos y su responsabilidad para con los depositantes del sistema, en este caso los bancos privados, esto es, los depositantes -clientes- de los bancos privados.
El crédito del Banco Central al gobierno de Ecuador es un crédito vinculado, exactamente igual que en los 90 pero ahora público, y nos puede llevar a consecuencias parecidas a las que nos llevó el de los 90.
Los errores teóricos de base que parece tener el señor Martínez sobre cuál es la función del Banco Central pueden llevarnos a graves problemas en la economía ecuatoriana.
Debemos trabajar o por un Banco Central técnico e independiente o por la desaparición del Banco Central en una economía dolarizada. Un Banco Central politizado es un grave riesgo para el sistema financiero ecuatoriano y por ende para la economía ecuatoriana y para el Ecuador.