Es interesante el fenómeno de Donald Trump desde el punto de vista del mensaje disruptivo -es decir un mensaje que rompe con lo establecido, independientemente del contenido ideológico que pueda tener; es ese mensaje que causa dilución, que hace que la audiencia regrese a ver, que vire la cabeza, escuche y vea lo que está siendo emitido- sin duda es un modelo exitoso. Es decir, es un modelo de comunicación que se sale de los esquemas, que explora de alguna manera áreas no convencionales de la política, que rompe los paradigmas de lo que un político tradicional o una marca tradicional -en el caso del marketing haría- y que toma una posición muy irreverente.
Esto tiene sus riesgos con situaciones a favor y en contra porque puede convertirse en una comunicación muy polarizante, que es lo que puede suceder en este caso. Hay gente que odia a Donald Trump y hay gente que lo adora. Esto es en efecto esa comunicación disruptiva-no convencional que genera un shock y como resultado hay gente a la que le atrae y a la que no le atrae este candidato.
En ese sentido, la política tiene un doble riesgo, desde que una persona trata de captar la mayor cantidad de audiencia posible y ser universal. Pues obviamente en temas de ideología es difícil captar la atención positiva de todos. No se puede causar empatía hacia todos los sectores de la sociedad; un grupo se tiene a favor y a otro en contra.
Ese es el riesgo en el nuevo modelo de la política y lo hemos vivido en nuestras regiones, pues se dan mensajes políticos que rompen con lo establecido, que parten de una base de insatisfacción o de un status quo no deseado que la gente espera cambiar y sobre esa base se espera generar muchos seguidores. Pero al mismo tiempo, si se llega al terreno de las promesas no cumplidas o a las promesas sin valor, entonces eventualmente esa base política de seguidores puede ser muy efímera.
En Marketing eso se conoce como las modas pasajeras, que son aquellas marcas que tienen muchísimo amor y bajo respeto, que duran muy poco en el corazón y la mente de las personas a diferencia de las marcas que tienen muchísimo amor y muchísimo respeto.
La mayoría de los políticos creo que tienen muchísimo respeto pero muy poco amor; quizás Donald Trump genera mucho “amor” (quizás cuiriosidad) y bajísimo respeto, lo cual lo podría convertir en una moda pasajera. Entonces la pregunta es: ¿esa moda pasajera se podrá convertir en una “lovemark”? Difícil si no tiene sustancia, la sustancia se construye con respeto y no sé si él esté jugando en los dos ejes, no solo en el del amor si no también en el del respeto.
No sé realmente a cuánta gente tiene de su parte, puede ser que haya un efecto similar de novedad, de ver algo distinto por primera vez, pero que a su vez puede causar cierta polarización. Considero que sin duda los demás países tienen sus propias coyunturas y sus propias dificultades como para preocuparse muy a fondo de lo que diga Trump. Sin embargo es un tema que hace noticia y la elección del presidente del país más poderoso del mundo atrae la atención de todas las audiencias.
Pero en este caso yo creo que atrae más por el hecho del fenómeno mediático que ha sido por lo sui generis de la campaña y del personaje que se vuelve como una especie de fenómeno taquillero de cine. Es como la vedette del momento y hasta que no encontremos una nueva vedette seguramente los titulares seguirán alrededor de este personaje. Insisto, no se sabe cuál será el desenlace que puedan tener en la elecciones en Estados Unidos. Claramente un personaje como Donald Trump vende mucho más periódicos, más publicidad que un personaje como Hillary Clinton por lo mediático que es; entonces también hay un tema de alcanzar más audiencias. Sin embargo este fenómeno podría ser muy efímero, que se pudo haber enganchado en una moda hasta que la siguiente “vedette política” aparezca.
Además hay que tomar en cuenta que Donald Trump no le debe -en teoría o a priori- nada a nadie y que puede decir las cosas sin miedo a generar o a perder respaldos por la organización que él representa. Pero también eso tiene -hasta cierto punto- sus limitaciones, porque en temas de política ya sabemos que todo está atado, que todo conduce a algo y que hay un efecto multiplicador en todas las acciones que se toman, no solo ocurre en lo político, sino también en las marcas.