Algo terrible se ha puesto en marcha en el oscuro mundo del narco, dice diario El País. Un contingente de 150 hombres armados irrumpieron el fin de semana en la recóndita comunidad de La Tuna (Sinaloa) y saquearon la casa de la madre de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. El ataque al territorio sagrado del mayor narcotraficante del mundo dejó un rastro de sangre y terror.
Según diario La Jornada de México, testigos que pidieron el anonimato aseguraron que por lo menos tres residentes fueron ultimados a tiros por pistoleros que desde las 10 de la mañana del sábado incursionaron en esa localidad. Los informantes revelaron que uno de los cadáveres de las personas ejecutadas fue localizado fuera de su vivienda. Y que los otros dos murieron tras ser tiroteados cuando estaban en un sepelio.
Otro comando habría irrumpido en la casa de Consuelo Loera y se habría apoderado de dos vehículos conocidas como Razers y tres motocicletas todo terreno; además de cortar líneas telefónicas y de internet.
Los pistoleros habrían despojado de vehículos a habitantes de las comunidades San José del Barranco y Arroyo Seco, lo que habría provocado que muchas de sus habitantes emigraran a Culiacán y a la cabecera municipal de Badiraguato. Según los testigos, las comunidades que quedaron desoladas son Arroyo Seco, La Tuna, y La Palma. Fuente del semanario Ríodoce aseguraron que los autores fueron integrantes de la organización criminal de los Beltrán Leyva y de Isidro Meza Flores, conocido como El Chapito.
La devoción de El Chapo por su tierra natal y su madre es bien conocida. Maltratado por su padre, ella le mantuvo cuando la familia, de 11 hermanos, pasaba penurias y ella se quedó en la aldea, de apenas un centenar de habitantes, cuando su hijo alcanzó la cúspide del cártel de Sinaloa. “Los hijos uno los cría y al final ellos toman su camino. Yo soy madre y él siempre será mi hijo. Siempre seré su madre”, dijo hace dos años Consuelo al conocer la captura del Chapo.
Tal es el poder de Guzmán Loera en esas tierras que ahí se le llama El Señor. Pero no sólo es su feudo. La Tuna, y por extensión el municipio de Badiraguato, forman uno de los vértices del triángulo de oro. El territorio escarpado e inaccesible entre Durango, Chihuahua y Sinaloa que se ha convertido en uno de los mayores productores de opio de América y una pesadilla para los agentes antinarcóticos de Estados Unidos. En ese santuario, el ataque del sábado puede ser entendido como una declaración de guerra.
La respuesta de los hombres de Guzmán Loera posiblemente aún esté por llegar. (I)